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CORRESPONDENCIA
Viernes, 09 de Febrero de 2024
Por qué un numerario no puede querer.- Sor_presa
A veces nos preguntamos por qué es tan difícil para un exnumerario o exnumeraria re-incorporarse a la vida social normal. ¿Qué les han hecho? ¿Por qué están tan bloqueados? ¿Por qué llaman tanto la atención y todo el mundo sabe que son exnumerarios?
Mi explicación es que carecen de competencias de relaciones interpersonales, de amistad (sana), de crear y disfrutar de la intimidad, confianza. ¿Por qué? Algunas ideas.
1. Siete cerrojos en el corazón. En los centros se enseña que hay que hay que poner 7 cerrojos en el corazón. ¿Qué es eso? Que debemos proteger nuestro corazón de la amistad de personas del otro sexo. El punto de partida de esto es el miedo. Miedo a que alguien nos “robe” el corazón o, que se lo robe a Dios. Con este planteamiento ya nos hemos cerrado al 50% de la población del planeta. O realmente nos cerramos al 100% de la población, porque las relaciones de intimidad con personas del mismo sexo, son todavía más peligrosas que las primeras.
2. Por lo menos tenemos a nuestra familia. ¿Qué familia? La respuesta oficial es que la familia de un numerario son los miembros de la obra, sobre todo los numerarios que viven en el mismo centro. Sin embargo, la intimidad con personas del mismo centro o las llamadas “amistades particulares” son peligrosas y están prohibidas. Por eso hay que confesares y hacerse correcciones fraternas para evitar que caigamos en el “peligro” de las relaciones personales íntimas con personas del mismo centro. ¿Qué nos queda?
3. ¿Nuestra familia “de sangre”? Pues tampoco. Porque nuestra familia de sangre pueden ser un obstáculo a nuestra vocación y a nuestra dedicación a Dios, por eso hay que desapegarse, desprenderse, alejarse, aislarse de nuestra familia real, fuente de gran sufrimiento en padres y hermanos.
¿Con quién puedo hablar a fondo de mis preocupaciones y mis cosas íntimas? No hay problema. Para eso está la confesión y la charla fraterna. Sin embargo, ambas herramientas tienen la particularidad de que son totalmente asimétricas en cuanto a poder o autoridad. Yo le cuento mi intimidad a mi “hermano” en la charla fraterna para que desde su sabiduría inspirada por Dios, me ayude. En ningún momento es una relación de amistad. Para nada. Es un espacio de dirección, de formación, de dar forma. Pero no hay amistad, intimidad ni complicidad.
¿Dónde nos deja todo esto? En que los miembros numerarios del Opus Dei no pueden ni deben tener una relación de confianza, intimidad, amistad, con nadie. De ahí que las personas que han vivido en entornos del Opus Dei desde pequeños (lo normal en los captados en Colegios del Opus Dei y en familias del entorno) puede que no hayan aprendido nunca qué es la amistad porque se les ha anulado esa capacidad.
¿Qué hay detrás de todo esto? Miedo. Miedo al otro. Miedo a que nos saquen del “Camino”, del “Surco”, de la “Forja” en la que nos ha metido el Opus Dei.
Cuando descubres “al otro”, cuando bajas la guardia, de pronto el mundo se llena de color. Cuando puedes mirar a los ojos a alguien sin juzgarle, sin decirle lo que debe hacer (los numerarios sabemos con certeza total y absoluta lo que necesitan los demás, porque tenemos un molde divino que nos ha dado Dios en persona), sin empujarle hacia ninguna pendiente inclinada… simplemente aceptándole como es, queriéndole incondicionalmente… de pronto el mundo es, o puede ser, una fiesta de amor y cariño.
Querer, respetar y acompañar a los demás independientemente de sus ideas y tendencias, es la humanidad que podríamos atribuir a Jesucristo y que creo predica al papa Francisco. Y los exnumerarios necesitan aprender, desde cero, a querer a las personas. Puede parecer sorprendente, pero creo sinceramente que es así. Y mi experiencia es que necesitan años, muchos años, para desarrollar esas capacidades tan naturales para la “gente normal”.
Sor_presa
PD. Acabo de descubrir Opuslibros y solo tengo agradecimiento para Agustina y todos los colaboradores.
Dar la cara.- Greenleaf
Quiero agradecer a CRNUMEROBAJO por las palabras que me dirigió en su entrada del 7 de febrero “Homenaje a Opuslibros, las Ágoras y sus personas”. Amigo, me motivaste a escribir. Anteriormente publiqué dos entradas bajo el pseudónimo de Greenleaf – (hoja verde), no porque fume cannabis ni porque beba té, sino porque a los nativos de mi ciudad nos apodan “panzas verdes” desde el siglo XVIII, y ese apelativo definitivamente que me delataría. Una amiga actriz me invitó a un coloquio que dirigió Ángel Valdés, a quien luego le escribí y me puso en contacto con Alicia Barillas, a quien agradezco haberme escuchado largamente. Me animé a una tertulia que no se grabó, en la que además de Ángel y Alicia estuvieron Male, Mediterráneo, Johannes y Carlos (¡gracias a cada uno por haberse tomado el tiempo para conocerme!).
Los temas de Ágora Coloquios me han llamado mucho la atención porque podía identificarme con ellos, y me ayudaron a entender mi propia experiencia dentro de la institución. Muchas gracias a Grace, Gianfranco, Marina, Patty, Guillermina, Lulu… su trabajo es sanador. Definitivamente que después del período silencioso de discernimiento he necesitado hablar mucho. Hay muchas cosas que solo las entendemos quienes compartimos esa experiencia.
Por el momento, quiero compartir que llevo 4 años de terapia, la cual me ha ayudado a conocerme, comprenderme, discernir lo que debo hacer. Tuve muchos miedos, muchos. Parte de la terapia fue responderle a los miedos desde la lectura del presente. Tenía miedo a la soledad, al vacío, a la condenación… pero me percaté de que la iglesia sigue siendo mi madre y, aunque me siento vulnerable, me siento como una hija amada de Dios porque tengo su misericordia. Tengo en la iglesia los medios de salvación, los sacramentos, y a mi modo, en esta nueva etapa de mi vida, tengo un nuevo sentido.
Y, volviendo al inicio, me impactó ver que CRNUMERARIOBAJO me mencionara por mi nombre, y me alegró mucho. Me animé a dar cara y nombre porque me siento bien, porque estoy bien, porque detrás de la puerta de salida encontré a mis hermanos, sobrinos, tías y primos, (mi madre ya está en la presencia de Dios), a mis amigas de la adolescencia, a otras muchas amigas y amigos, incluso algunas in. Encontré libertad y plenitud. Quise compartir esto para dar esperanza.
¡Un abrazo!
Nancy Ruiz Lee
¿Numerarias auxiliares o un agregado mayordomo?.- Carlos B.
El escrito de Saturia Valentín “El irracional clasismo del fundador” (26 enero de 2024) me ha recordado una anécdota de hace muchísimos años, primeros setenta del pasado siglo. Yo era numerario y miembro del consejo local de un centro en el que se llevaba una obra corporativa dedicada a la enseñanza en un distrito obrero de la ciudad. También había allí un centro de agregados (no recuerdo si por entonces se llamaban oblatos todavía) que empezaban a formar parte de consejos locales y que podían tener, por tanto, acceso a algunas notas internas de las que se enviaban desde Roma para infinidad de asuntos.
Un día me encontré al director expurgando algunas notas que él creía que podían ser ofensivas para los agregados. Había una que recomendaba que, si en alguna ocasión se invitaba a almorzar en el centro a alguien que pudiese escandalizarse por el servicio de comedor, a cargo de unas numerarias auxiliares perfectamente vestidas como servidoras de una casa de alto nivel económico, con frecuencia jóvenes y guapas, se hiciese servir la mesa a algún agregado.
Al buen director le parecía, con razón, que la nota podía escandalizar a cualquier agregado que la leyese y decidió retirarla de la vista; no sabría decir si, además, comunicó la inconveniencia a Roma, por el cauce reglamentario. A mí me escandalizaba también que el motivo de fondo fuese evitar el "qué dirán" que podría surgir a la vista del servicio doméstico de lujo, o de que fuesen mujeres jóvenes quienes servían la mesa, pero en Roma no parecían caer en la cuenta de que un escándalo similar podría producirse si la mesa la sirviese una especie de mayordomo, parece que a ellos les preocupaba más la posible murmuración sexual que la de los lujos. ¡Qué cosas!
En aquellos momentos se vivía también un clima de extrema exigencia por parte de las notas de Roma, pero el director tenía buen sentido y no hacía demasiado caso porque seguramente pensaba que los numerarios de aquel centro ya tenían bastante como para ser acosados con exigencias un poco histéricas, además de que había bastantes que no habrían hecho el menor caso. Era el tiempo del posconcilio y el Opus Dei empezaba a presentarse ante nosotros como la única iglesia fiable y no herética, cosa que no dejaba de ser mosqueante para algunos.
Supongo que todo aquello, incrementado con la llegada de un nuevo director totalmente fanático porque el anterior se hizo sacerdote, supuso para mí una de esas señales que me empezaron a suscitar dudas de fondo sobre la organización y sobre si yo quería seguir siendo un directivo en ella, como empezaba a ser.
Carlos B.
Correos
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