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CORRESPONDENCIA

 

Lunes, 19 de Febrero de 2024



TESTIMONIO.- Blacksmith


TESTIMONIO

Blacksmith, 19/92/2024

 

Soy Supernumerario desde el año 1992. Graduado en Derecho, MBA por el IE Business School, ex Director Regional de mi Comunidad de Banca de Empresas y Grandes Corporaciones de un gran banco, y ahora escritor desde mi jubilación, con un libro publicado y otro en camino. Tras de mí solicitaron la admisión mi mujer, -seis meses después-, mi madre, mi hija, mi hijo menor fue adscrito, diversos amigos y un primo hermano, ahora encargado de grupo, además de mi padre Cooperador. No he faltado nunca a ningún medio de formación sin causa muy justificada…



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Tragedia de un Agregado.- Amadeo

Recientemente, tuve la oportunidad de viajar a una ciudad donde residí durante mi tiempo como Numerario. Durante mi visita, me reencontré con amigos y rememoré los buenos momentos vividos en esa ciudad. Entre las personas que volví a ver se encontraba un miembro activo de la Obra. Al preguntar por los que quedan, incluido un Agregado que recuerdo como una persona sumamente noble, me sorprendió enterarme de que estaba atravesando dificultades económicas. Esto me desconcertó, considerando que es un profesional que trabaja en el colegio labor personal de la ciudad.

Al profundizar en la conversación, la respuesta fue: “es que el director no le suelta un peso”. Según me explicaron, el director tiene posesión de la tarjeta bancaria del Agregado y la utiliza según su propio criterio. El hombre cada semana realiza su movimiento económico pero el director le da solamente la mitad de lo que pide, ya que “están cortos de dinero y necesitan que gaste menos”.

Frente a esta situación, el Agregado se vio obligado a buscar formas adicionales de subsistencia. En secreto, imparte cursos y procura que le paguen a través de terceros para evitar que el director tenga acceso a esos fondos. Con las ganancias obtenidas, logra satisfacer parcialmente sus necesidades.

La incredulidad me invadió al escuchar esta historia. Me pareció un claro abuso económico: primero, se apoderan de su tarjeta bancaria y, en segundo lugar, solo le proporcionan una fracción de lo que pide. Desconozco si esta disposición es particular del director en cuestión, de esa ciudad o si es una práctica a nivel regional.

Cuando dejé la Obra, este tipo de manejos económicos ya no se llevaban a cabo. Cada miembro gestionaba su propio dinero, su cuenta bancaria y pagaba la mensualidad del centro. En ese entonces, se fomentaba la generosidad para contribuir con la mayor cantidad posible claramente.

Desde mi perspectiva personal, el aspecto económico siempre fue uno de los aspectos que más malestar me generó. No comprendía por qué el fruto de mi trabajo debía entregarse íntegramente a la Obra. Durante mis diez años como Numerario, las veces que realicé el denominado "movimiento económico" (como se le llamaba en mi región) fueron escasas. En mis primeros años en la Obra, consideraba totalmente irracional tener que ir al secretario después del círculo para solicitar dinero. Por ende, yo manejaba mi propio dinero y no entregaba mi tarjeta bancaria, a pesar de recibir correcciones fraternas, reprimendas en la confidencia y del secretario. No obstante, no me importaba. Con el tiempo, se abandonó ese enfoque y se otorgó una mayor "libertad".

Reflexiono sobre cuántas personas entregan todo a la Obra durante tantos años y en qué medida. En caso de abandonar la institución, se enfrentan a la difícil tarea de reiniciar sus vidas, conscientes de que el fruto de su trabajo no les pertenece; la Obra se lo ha llevado y no será devuelto.

Amadeo





Sucedió en Torreciudad (I): Trabajo profesional y proselitismo.- Robredal

Todo el mundo sabe que los del opus se caracterizan por ser muy buenos trabajadores: honestos, cumplidores, resolutivos, concienzudos, entregados y obedientes. Deben ofrecer a Dios un laburo bien hecho y, por eso, tal trabajo debe estar realizado con la mayor perfección posible. De hecho, lo reconocen así para los opusianos hasta mucha gente ajena e incluso hostil al opus y la Iglesia. Y esto que digo no es una ironía.

Pero ni tales personas, ni otros, saben dos cosas...



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Liberté, liberté chérie!.- FranzJagerstatter

 

Ha sido un largo día. Salí a trabajar al despuntar el alba, y chambié todo el día sudando la gota gorda.

 

Si siguiese siendo del Opus no habría tenido tiempo ni para hacer la oración de la tarde. Mi trabajo es el mismo, pero ya no tengo esa rutina, ¡ese meter-las-normas-cueste-lo-que-cueste!... Nunca podré olvidar esa "percepción basal" de tener la sensación de que me falta tal o cual norma por hacer. La misa y la oración de la mañana venían como incluidas fácilmente en la rutina de madrugada; un rosario rezado a toda carrera en el camión rumbo a mi lugar de trabajo (¡qué distinto es para mí rezar ahora, de vez en cuando, un rosario con mi chica!). Después, a trabajar. La lectura, la oración de la tarde y las contemplaciones de los misterios fácilmente eran postergadas en la práctica (aunque en mi cabeza seguiría con un permanente piquete de conciencia por no "dar el ancho"). Después, en el centro, que el círculo, que la confidencia, que hablar con los super o con los chicos de San Rafael... y por fin, la noche. Examen de conciencia y dormir. No había tenido ni un segundo para sentir, para reflexionar en silencio, para leer, para detenerme en silencio a saborear el ahora. La oración no servía para eso (salvo mis últimos años en la Obra, en los cuales sí fue oración verdadera), ni mucho menos el examen de conciencia, que no pasaban de ser una planificación estratégica de normas y mortificaciones y/o un análisis FODA.

 

Recuerdo que en mis años "en Casa" no podía quedarme leyendo por la noche... ¡tiempo de la noche, claro! Ni tampoco conversar cinco minutos, ni escribir (¡ni hablar de ver una película!). Y sin embargo, a pesar de sentirme siempre muy compelido interiormente a no desobedecer, ya desde el centro de estudios yo en este punto desobedecía. Si el agotamiento no lo impedía, encontraba un pequeño espacio de silencio y paz, de lectura incluso... escondido en el baño. Una locura pensarlo, pero ¡me encerraba en el baño!, y allí escuchaba alguna canción con el teléfono (a pesar de que habían cortado el wifi del centro), o leía un capítulo de algún libro, o simplemente pensaba algo. ¡Ese era mi pequeño reducto de libertad! No faltaron las correcciones fraternas por "tardar demasiado en irme a la cama", pero en el baño nadie me veía, por lo que de vez en cuando tenía ese momento de paz. 

 

Ha sido un largo día. Salí a trabajar muy de mañana, y chambié todo el día sudando la gota gorda. Pero llego a casa y encuentro paz. Me tumbo en el sofá, abro una botella de tequila, enciendo un cigarrillo. Después, busco la interpretación de Herbert Von Karajan de la Novena Sinfonía de Beethoven, o alguna de la Música para los Reales Fuegos de Artificio de Handel. Conecto la bocina (ya no necesito usar mi celular al mínimo volumen) y suena la música. Levanto la mirada hacia la ciudad —una vista maravillosa—, a las luces de las ventanas en los edificios, que serpentean en medio de la oscuridad nocturna. Respiro hondo y digo: ¡así se siente la libertad!

 

Silencio. Lloro, de alegría y de paz, de tener por fin espacio, de no estar asfixiado... Lloro, y rezo, y sonrío para mí mismo. Así se siente la libertad. Y rezo por los que no la tienen, por los que todavía se sienten ahogados y no saben cómo escapar o no pueden escapar. Liberté, liberté chérie!... Combats avec tes défenseurs!

FranzJagerstatter





Se veía venir lo de la señorita Gloria, ¿no?...- Mediterráneo

Contestando al post de CRNUMEROBAJO: A mí me sucedió varias veces, en los centros que administré, que una numeraria dejó la institución. No te decían nada, así que si no me decían a mí, que era la administradora, cuenta a las auxiliares.

No te decían nada, comentaba, y cuando yo preguntaba "anda, y, ¿a dónde se ha ido?", con toda mi inocencia (de tan inocente yo era boba), las respuestas eran evasivas "es que no lo sabemos..." En el centro de mayores se fue, nada más llegar yo, una de las numerarias más jóvenes. La recuerdo en el recibidor, rodeada de bolsas, no llevaba maleta, solo llevaba bolsas. Tengo la imagen grabada en la cabeza, María era alta, guapa, tenía estilo... y se iba con sus cosas en bolsas de supermercado.

En ese centro sustituí a la administradora, que había dejado la institución. Había vivido en el mismo centro que administraba, práctica que luego se abandonó porque era insoportable y creaba unos conflictos brutales, a todos los niveles. Por comentarios pillados al vuelo, tiempo después, pude saber que las numerarias que vivían con ella se sentían culpables de que se hubiera ido y tengo que reconocer que, a medida que pasaban los meses y yo iba conociendo al ganado, di la razón a las dos partes: a R... por haberse marchado, y a las que vivieron con ella por sentirse culpables.

Lo habitual era que la persona desapareciera. Simplemente dejabas de verla, llegabas un día y la directora decía "hay que limpiar a fondo la habitación de X" y eso era todo.

En el centro de universitarias había una empleada con la que yo me llevaba de fábula, mi Ana, era de Asturias, intuitiva y muy lista, ojalá pudiera reencontrarla. Como quien no quiere la cosa y solo si estábamos solas, dejaba caer comentarios del estilo “se veía venir lo de la señorita Gloria, ¿no?”, “¿?”, “no hace falta que me mire así, si me la encontraba yo llorando en la terraza de arriba, si es que esto no era lo suyo”. A veces añadía “y la siguiente será la señorita Eva, y si no, al tiempo”. Don de profecía, a los pocos meses desaparecía Eva. Yo tenía más información de la empleada que de la directora.

Mientras estudiaba Ciencias Domésticas desaparecieron varias personas. Dejaban de acudir a clase y no había ninguna explicación, y si preguntaba a las que habían estado con ella en el centro de estudios (la inmensa mayoría de las numerarias que estudiaban conmigo hacían el centro de estudios), el silencio era la respuesta. Era una situación muy extraña, preguntar y que no te respondan es raro.

En los centros que administré, o en el CEICID, nunca, ni una sola vez, recibí una explicación coherente, o la verdad, pura y simple: "ha dejado la obra". Nunca, ni una sola vez.

Sí me lo dijeron, sin embargo, cuando una agregada del grupo se fue. Recuerdo una ocasión en que la encargada de grupo nos dijo, una por una y a solas, que X se había ido. Eso solo sucedía si la persona era de tu grupo, si era del centro pero no del grupo, dejabas de verla y ya. Si preguntabas a la directora y esta era normal, contestaba “hay que rezar mucho por ella, porque ha dejado la obra”. Si era una de las grandes hdp que ha pisado la tierra, (buenos días, CBC) la respuesta era “porque has rezado poco por tus hermanas”. Toma ya.

Mediterráneo


Las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron”- José Hernández, “El gaucho Martín Fierro”. 

 





Dos zoom del viernes 16 de febrero en Youtube.- Ágora Coloquios

 

1. Concepto de obediencia en el Opus Dei

Viernes, 16 de febrero de 2024

    

2. Secuelas de la sumisión a los directores. 

 

    





Zoom del 16 de febrero en Youtube.- Carmen Charo

 

Conversaciones en libertad sobre el Opus Dei coordinadas por Antonio Moya

Zoom del 16 de febrero de 2024

  





Zoom del sábado 17 en el canal de Ángel Valdez.- Alicia Barillas


Intervenciones desde México, Centroamérica, Argentina y España.

La manipulación de la femineidad en el Opus Dei

  




 

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