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CORRESPONDENCIA

 

Miércoles, 25 de Mayo de 2022



Para que no cuentes que eso es el Infierno...- Agustina

 

ENTREVISTA FERNANDO QUIROZ FINALISTA DEL PREMIO PLANETA-CASAMERICA

 

 

“El Opus prefiere dejarte ir para que no cuentes que eso es el Infierno”

De su paso por el Opus Dei, el escritor colombiano recuerda castigos físicos y presión psicológica.

Para un pobre es más fácil acceder al Reino de los Cielos que ingresar al Opus Dei: ellos buscan a la gente rica que los acerque a los centros de poder". Lo dice Fernando Quiroz, escritor colombiano, finalista del Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica 2008 por su novela Justos por pecadores, donde relata el alejamiento del Opus Dei por parte de un joven. Mortificarse el cuerpo, desconectarse de su familia, ser virgen y rechazar el contacto con el sexo opuesto son algunas de las cosas de las que huye el personaje de Quiroz: las mismas de las que antes escapó el propio autor. Quiroz estudió en una escuela del Opus Dei y estuvo un año en uno de los "cuarteles de la Obra fundada en 1928 por San Josemaría Escrivá de Balaguer. Con la voz de a ratos quebrada, las manos de Quiroz se mueven durante la charla, como si buscara en el aire la clave para corregir el pasado. Por qué dice que el Opus Dei busca estar en los centros de poder. No por nada trasladaron su cuartel general de Madrid a Roma. Se han adueñado del mensaje católico, con protectores de la talla de Juan Pablo II, que le dio a Escrivá de Balaguer una canonización exprés, casi antes de morir. Cómo fue su ingreso al Opus. Estudié en un colegio del Opus por elección de mis padres, que no tenían idea de lo que es la institución. Si estudias en un colegio de la Obra es muy probable que termines luego dentro de alguna de las casas en las que viven en comunidad. Tienen estrategias para llegar a quienes quieren. En qué consisten. Te seducen a través de campeonatos de deporte y salidas en grupo, donde todo te suena normal. Hasta que te van empujando a escuchar charlas. La idea es que al cumplir la mayoría de edad te vayas a vivir con ellos y con la firma de un testamento les entregues también tu razón y tu voluntad. Cómo es eso último. Conozco a muchos numerarios (se llaman así a quienes viven en comunidad) que al ingresar ceden sus bienes a la Congregación. Yo no llegué a hacerlo, pero me preguntaron a nombre de quién estaba el auto de mi padre. Después te dicen que has sido un elegido para ganarte el Cielo y el único modo de hacerlo es estar con ellos. Aceptas ese premio o la opción es el Infierno. Cómo se hace para merecer el premio. Cumpliendo ciertas prácticas: besar el piso para ofrecerle el día a Dios y Escrivá de Balaguer, asistir a misa en latín todos los días. Prácticas exageradas, pero más o menos normales para un católico ultra practicante. El problema es lo otro. Qué es lo otro. Un día, tu director espiritual te dice: Mira, nosotros nos mortificamos por nuestros pecados y los del mundo , y entonces te entrega un cilicio, que es como un collar de perros con puntas, pero éstas mirando hacia adentro, para que te lo amarres al muslo. Cuando ves eso, lo primero que te da es susto, pero es lo que hay que hacer para ganar el Cielo. Los sábados nos azotábamos. Yo lo hice, con 16 años, con muchas dudas. Por qué lo hacía, si dudaba. Por miedo. A mí me dijeron que el padre de un ex compañero mío tenía cáncer porque él había abandonado la Obra, y que si yo quería eso para mi familia. Qué otra cosa lo sorprendía. Las relaciones hombre-mujer: las mujeres que hacían los quehaceres entraban por otra puerta y tocaban un timbre para hacernos saber que se movían de cuartos entonces nos escondíamos. Si eres médico no puedes atender a mujeres. Y las mujeres no pueden ir al ginecólogo, salvo por fuerza mayor, acompañadas por una directora espiritual, y en ese caso a una ginecóloga. Cómo logró salir. Cuidan que no te vuelvas una amenaza y contagies tus dudas al resto. Es una ecuación matemática: a perder a ocho de sus miembros, prefieren dejarte ir y no correr el riesgo de que salgas a contar que el Infierno era eso.

Publicado en Clarín

 




 

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