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CORRESPONDENCIA
Viernes, 29 de Julio de 2022
Me fui para no pecar.- Sinculpa
Parece una contradicción. Irse de la supuesta "obra de Dios" -"camino de santificación en medio del mundo"- para seguir fiel a Dios, a las enseñanzas de mí familia, a la lealtad humana en la amistad y a mí misma...
Voy a hablar de un hecho objetivo que viví, la mentira a las familias de las chicas (menores de edad) y a sus familias, traídas mayoritariamente de zonas vulnerables, de darles estudios secundarios completos con salida laboral, en un colegio labor corporativa. Hoy, cuando alguna de las ex alumnas del ICIED/ICES, pide el certificado de secundaria completo a la autoridad estatal provincial educativa, se encuentran con que no terminaron la formación secundaria... ESTAFARON A SUS FAMILIAS Y A ELLAS. Estafar es mentir.
Recuerdo, repito, porque lo viví, el entregar cada 15 días un listado de las chicas que tratábamos, divididas en posibles pitables de numerarias o agregadas. El consejo local estudiaba el tema y te preguntaban luego qué planes tendrías semanalmente, sobre todo con las posibles pitables de numerarias. Era como hacer fichas de stock, estudio de mercado y marketing... Una horrenda forma de DEFORMAR la nobleza y amor de la amistad.
A nuestros padres había que sacarles, "con santa pillería", la mayor cantidad de apoyo económico posible y cuando pedías una ayuda económica para apoyar a tus padres ancianos, enfermos, viviendo en otra ciudad, daban indecibles vueltas y, en la ficha de pedido tenías que poner cuánto aportarían tus hermanos de sangre, violando la intimidad familiar. Además te dejaban bien en claro y a tu familia, QUE ERA LA OBRA LA QUE AYUDABA, no su hija. Esto también lo viví.
Restringían los llamados, las visitas, leían las cartas que había que dejar abiertas en dirección... además las cartas que recibías de tu familia, las leían antes de dártelas. "HONRAR PADRE Y MADRE" y respetar la intimidad familiar, no es lo de la obra...
AMAR al Papa... a quienes más oigo hablar mal de FRANCISCO son a distintos miembros de la obra.
Aquí dejo lo que fue parte de mí vida en el opus, al que perteneci durante casi 30 años... No me lo contaron, no lo leí... lo viví.
Sinculpa
Elucubraciones.- JasonJonas
En el círculo de hoy por la tarde:
“Estamos viviendo momentos aciagos, hay una arremetida contra nosotros desde el mismo seno de la iglesia, contra la santísima obra de Dios fundada por nuestro queridísimo padre… Pero no nos preocupemos, nosotros a seguir con lo nuestro, al cumplimiento fiel de nuestras normas, que las aguas ya pasaran…”.
En la meditación interna:
“Hijos míos, la obra ha sufrido siempre la incomprensión de todos, incluso de la gente de bien. Así ha sido nuestra historia, en estos momentos hay que sacrificarnos mucho más, más silicio, más disciplinas, menos sal en la comida y solo un postre cada dos días… Ah, y hay que encomendar…”.
Y en la tertulia de la cena:
-Oigan, ¿qué onda con eso del Muto Proprio del Papa? (preguntaría un ingenio numerario de los recién pitados -si los hubiera)…
(Leer artículo completo...)
El retorno al carisma original.- Roberto_2
El reciente Motu proprio del Papa Francisco titulado “Ad charisma tuendum” (“Para tutelar el carisma”) es tal vez un primer paso hacia un cambio histórico en el Opus Dei. Puede sorprender que sea el Papa (y sobre todo, un Papa jesuita) quien tome la iniciativa de defender el carisma propio del Opus Dei frente a las mismas autoridades de la Obra. En realidad, no se trata de nada nuevo. Es algo que la Iglesia ya hizo en innumerables ocasiones a lo largo de sus dos milenios de historia con distintas instituciones y órdenes religiosas que se habían desviado del rumbo inicial y necesitaban ser reformadas...
En el caso del Opus Dei, el contraste entre la sublimidad del carisma original y la hipertrofia de lo institucional-jerárquico es más que evidente. Con respecto a lo primero, me atrevo a decir que todos los que fuimos alguna vez miembros de la Obra fuimos profundamente atraídos por el mensaje de la búsqueda de la santidad en medio del mundo, es decir, por la perspectiva de aspirar a la santidad sin dejar de ser lo que ya éramos: laicos al 100%. En mi caso particular, recuerdo especialmente como me fascinaron las homilías del Fundador contenidas en Es Cristo que pasa y en Amigos de Dios, además de muchos puntos de Camino, que tenían (y tienen) una fuerza espiritual extraordinaria.
Sin embargo, al incorporarnos a la Obra (sobre todo, como numerarios/as y agregados/as) notamos que subrepticiamente nos habíamos convertido en meros engranajes de una estructura jerárquica asfixiante y autorreferencial. Nos encontrábamos inmersos en una organización con un estricto orden cerrado que quería controlarlo todo de nuestras vidas (¡hasta nuestros pensamientos y nuestras conciencias!) y de la que ya era muy difícil salir. Es decir, nos habíamos incorporado, sin darnos cuenta, a una organización de tipo sectario. Es así como se nos fue informando gradualmente de numerosas reglas y prácticas que no conocíamos al pedir la admisión, tales como el aislamiento de nuestras familias “de sangre”, la obligación de entregar a la Obra todo lo que ganáramos con nuestro trabajo profesional, y tantísimas otras exigencias que no tienen nada que ver con una condición puramente laical.
No tengo la competencia ni los conocimientos históricos para decir cómo ni cuándo exactamente se produjo esa desviación del carisma inicial. Mi hipótesis es que el Fundador, a pesar de todas sus declaraciones en sentido contrario, estaba todavía demasiado imbuido de una mentalidad clerical y que, al momento de darle forma institucional al mensaje recibido, no supo hacerlo adecuadamente. Sin duda, la inspiración original venía de Dios, porque “todo buen don y toda dádiva perfecta viene de lo alto” (Santiago, 1, 17) pero el mensaje era tal vez demasiado revolucionario hasta para su propio receptor. Al querer encuadrarlo institucionalmente, se sirvió de lo que tenía a mano, es decir, de las estructuras, prácticas y nociones propias de las órdenes religiosas, aunque les cambiara el nombre. El resultado fue un híbrido que no podía funcionar a largo plazo.
A esa falla conceptual se agregó sin duda la soberbia de querer ver en el Opus Dei algo “superior” a todas las organizaciones semejantes dentro de la Iglesia, algo que no es reductible a un mero fenómeno asociativo porque es “querido directamente por Dios” (como si las demás instituciones semejantes con fines apostólicos no pudieran también ser queridas directamente por Dios…). Es precisamente esta soberbia colectiva la que generó una estructura jerárquica cerrada y autosuficiente donde todo debía funcionar en base a una obediencia ciega y en la que, de ser posible, quien ejerce la máxima autoridad debía ser nombrado obispo. Esto último ya dejaría bien en claro ante todos que la organización es parte de la estructura jerárquica de la Iglesia y no el resultado de un mero fenómeno asociativo como tantos otros que abundan en la Iglesia. Todo esto fue un grave error, un auténtico delirio. Es que “Dios resiste a los soberbios” (1 Pedro, 5, 5). En realidad, el concentrarse de modo obsesivo en lo institucional-jerárquico constituyó un obstáculo mayor para promover el carisma recibido tanto entre los propios miembros como en la sociedad. Hubiera bastado con una estructura minimalista, que se limitara a lo estrictamente necesario para que los miembros pudieran vivir en libertad la llamada a la santidad y al apostolado en medio del mundo sin perder por ello, en lo más mínimo, su condición laical. Es decir, la finalidad de todo el andamiaje institucional no debía haber sido la organización misma, sino sus miembros. Pero para esto hubiera sido necesaria una gran dosis de humildad colectiva, que fue precisamente lo que faltó.
La iniciativa del Papa es una excelente oportunidad para rectificar el rumbo y recuperar el carisma perdido. Como todos sabemos, el mundo pasa actualmente por un período de grave crisis espiritual y de pérdida de fe a nivel masivo en países que habían sido tradicionalmente cristianos. El mensaje de la llamada universal a la santidad en medio del mundo puede dar nueva luz y esperanza a muchísimas personas. Los miembros del Opus Dei pueden jugar un rol muy positivo en este contexto. Es de desear que quienes dirigen la Obra tengan esta vez la lucidez intelectual y la humildad necesarias para secundar la iniciativa del Papa y ser fieles (¡esta vez de verdad!) al carisma recibido de Dios.
Roberto_2
Opus Dei: la silenciosa reforma de Francisco.- Religión Digital
"El Papa está poniendo al Opus Dei en su lugar en la Iglesia"
Opus Dei: la silenciosa reforma de Francisco
"Se trata de la única prelatura personal en la historia y que parece destinada a vivir en compañía de sí misma. El Opus Dei no tendrá a quién echarle la culpa":
a) Que el Opus Dei sea de hecho una prelatura personal (con todas sus consecuencias);
b) que los laicos que cooperan con el Opus Dei sean de hecho cristianos corrientes y no más religiosos disfrazados
"Esto implica, especialmente en el caso de los numerarios, que se acabó todo lo relacionado con la pobreza: el hacer testamento, el entregar todo el sueldo y la obediencia ciega a los directores, entre otras tantas cosas"
"Francisco lo que está queriendo hacer -según pareciera- es logar que la prelatura personal funcione según el espíritu del Vaticano II"
28.07.2022 | EBE, Opuslibros
[…]
Al leer estas declaraciones de F. Ocariz diametralmente opuestas (teológicamente contradictorias), más que preguntarse si el prelado está faltando a la verdad, habría que preguntarse acerca de la consistencia teológica de todo el Opus Dei. Porque si el prelado dijera falsedades, sería un problema grave, pero que el Opus Dei tenga "inconsistencia teológica" es algo mucho más serio.
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