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CORRESPONDENCIA

 

Lunes, 17 de Enero de 2022



El Opus Dei y sus caretas.- Tuces

Algunos para Carnaval, que ya no falta nada, en festejos o bailes usamos una máscara como parte de un disfraz, no así en el opus donde, desde su inicio, lleva en todo su actuar distintas mascaras. Voy a enumerar algunas:

La máscara de almas piadosas. Porque en realidad no había tiempo físicamente para dedicar a Dios todas las Normas de piedad con el tiempo estipulado, reloj en mano, parar hacerlas. Ni un minuto más, más bien de menos de lectura espiritual mirando Noticias, a veces no había tiempo para buscar si es que te aconsejaban un libro espiritual, y terminabas con los escritos autorreferenciales del fundador.

Sigue pasando que las numerarias auxiliares rezan el rosario por la calle, cuando van de una casa a otra porque no tienen tiempo de hacerlo en el oratorio, importa más llegar puntual al trabajo. O pasan a saludar al Señor, al que le ofrecieron su vida, con una rápida genuflexión y salen corriendo a su encargo porque lo importante es ver a Dios en el trabajo me decían, y el fundador se jactaba de tener más oratorios que comedores. La cosa es que el Señor pasaba largas horas solo pero eso sí, "todos sabían que lo primero era el Señor". Los diez minutos de acción de gracias todas esperando a que la directora dijera la jaculatoria Sancta Maria spes nostra ancilla Domini ¡y corriendo a desayunar! Acto seguido, pasar a la Residencia a limpiar habitaciones y baños. ¡Cuánta prisa por salir del oratorio donde había pasado lo más importante del día: comulgar el Cuerpo de Cristo!, Así es la piedad en el opus, teórica, de cara a los demás y vacía. Vivías para Dios pero el trabajo con el que te encargaban no te dejaba acercarte a Él. ¡Qué triste!.

La máscara de la fraternidad del cariño de hermanos, de la Caridad. Sin  embargo pasa que en un centro dos sacerdotes no se pueden ver si coinciden a la hora de las comidas. Uno lo hace en el comedor, el otro afuera, para no verse cual niños caprichosos y lamentablemente maleducados... O desde el descanso de una escalera ves pasar un zapato volador y al bajar las escaleras darte cuenta que es de la subdirectora y no es que se le salió, voló más de un metro y casi alcanza a una nax que iba adelante. Estaba clarísimo que no se llevaban bien pero al verme ahí la subdirectora me sonríe como si nada hubiera pasado. Cuando veías a alguien llorar jamás se te ocurría acercarte y darle un abrazo, ibas y lo decías a la directora, es más sólo te daban un abrazo el día de tu cumpleaños y en Navidad. A propósito, recuerdo que en la Beatificación del Fundador estaba viviendo en Roma y uno de esos días era mi cumpleaños. Me encargaba con una nax chilena de preparar el desayuno para la administración y el Colegio Romano. Nos levantábamos muy temprano porque los horarios de todos se adelantaban, había que dejar el desayuno lavado antes de irnos a algunas de las ceremonias, que eran muchas en esos días y mi compañera de encargo estaba concentrada haciendo café. Le digo ¿no hay un abrazo para mí? No me entendió por el ruido de la cafetera y me dice ¿queee? Le repito ¿no hay un abrazo para mí? Y me dice ¿qué te pasa? Le digo con cara de buena, ¡¡hoy es mi cumpleaños!! y bueno, ¡logré que me diera un abrazo! Pedir un abrazo era algo impensado. Será por eso que a muchas personas les cuesta darlos aun ya fuera de la barca, es más ,no saben darlos. Los abrazos bien fuertes o mirar a la cara a los ojos les cuesta, fruto de la frialdad con que nos tratábamos.

También se falta a la caridad con la excusa del orden, ¡que todo se vea perfecto!, no importa si para eso tenés que fastidiar a las demás. Como me sucedió con una de las primerísimas numerarias auxiliares trabajando en Albarosa. Yo, por una dermatitis de contacto en las manos, necesitaba usar dos pares de guantes, uno de tela y sobre este el de goma. Al terminar de lavar las cosas del office trataba de esconder mis guantes en algún lugar que no se viera pero Dora siempre me los encontraba y me los hacía desaparecer. Cuando le decía a la directora el drama de mis manos y los guantes me contestaba: ¡gracias a Dora se vive el orden!... Pero ¿y la caridad y el mal momento que me hacía pasar?. Como tampoco tener en cuenta el ritmo de trabajo de cada persona, ni  su malestar físico o que si la miraba a los ojos te darías cuenta que estaba teniendo un día muy triste y podía contar con tu comprensión, pero no, eso no pasaba, todo eran exigencias.

O cómo por cuidar el tono humano alto  que decían en la obra, alguien es capaz de decirle a otro delante de los demás: Oye, traga primero porque estás hablando con la boca llena, a lo que este le respondió: no te preocupes que lo tengo bien amarraoo. Uno exigiendo y el otro tomándoselo con humor o como diciendo toma más, así te respondo... O que la directora te diga que te retires del comedor porque tenías el pelo mojado, ¡que te lo seques y vuelvas! ¡Caray, qué nivel!  Aunque no coincidiera ese alto nivel con la calidad de la comida porque en el comedor de las numerarias auxiliares, un plato siempre era de sobras aprovechadas y la vajilla de segunda, ¿qué digo? ¡De cuarta! Pero claro eso sí, ¡el pelo seco! ¡Siempre la apariencia!.

La máscara de La sobriedad. Aperitivo, primer plato, segundo plato, postre, café, licor y chocolates... ¿De qué sobriedad me están hablando? Ah, claro, comer un poquito más de lo no me gusta y un poquito menos de lo que gusta. ¡Por favor!, en el opus Dei lo que más les gusta es la comidaaa, qué raro que en las tertulias no tengan como costumbre que hubiera siempre racimos de uvas, ya me imagino recostados en divanes bordados en oro degustando uno de esos variados racimos, otro que Nerón. ¿Sobriedad en el opus Dei? Una vergüenza.

¡Hasta luego!

Tuces.




 

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