YOURCENAR, Marguerite
L'Ouvre au noir
INTRODUCCION
M.Yourcenar, nacida en 1903, ha sido la
primera mujer perteneciente a la Academia Francesa al haber ingresado en ella
en 1980. En 1968 recibi— el premio FŽmina por su libro L'Oeuvre au noir,
traducido al espa–ol dos a–os m‡s tarde Ñbajo el t’tulo de El alquimistaÑ por
la editorial Juventud; la edici—n m‡s reciente de esta obra corre a cargo de la
editorial Alfaguara, que la ha divulgado como Opus nigrum en 1982. La creciente
fama de esta autora se debe tambiŽn a otros escritos, entre los que cabe citar
las Memorias de Adriano o los Cuentos orientales.
Opus nigrum o El alquimista, libro escrito
inicialmente entre 1921-1925, es una obra de juventud cuidadosamente
reelaborada y trabajada a lo largo de los a–os; 1934 es un primer hito en la
formaci—n de esta novela y 1968 es el definitivo. Este lento proceso de
creaci—n literaria es el que permite dar idea de la perfecci—n formal, as’ como
del esmero tŽcnico que la definen. El trabajo seguir‡ la edici—n de 1968 en lo
que se refiere a la paginaci—n de los pasajes que se citen.
1. ARGUMENTACION Y ESTRUCTURA
La vida de un ficticio mŽdico-alquimista
del siglo VI, Zen—n, cuya vida se desarrolla entre 1510 y 1569, es la base de
un relato a travŽs del cual se realiza una recreaci—n hist—rica de la Europa
entre medieval y renacentista; las caracter’sticas pol’ticas, culturales,
cient’ficas y religiosas de esta sociedad aparecen descritas en una especie de
cr—nica biogr‡fica. El espacio en el que se desarrolla la acci—n es el Flandes
burguŽs y pr—spero del momento, interesado por los avances tŽcnicos y
supeditado a los movimientos econ—micos relacionados con la guerra; sobre Žl
pesan tambiŽn los conflictos relacionados con el Concilio de Trento y la
Reforma Protestante.La autora agrupa esa materia en tres partes, haciendo de la
biograf’a de Zen—n el eje que explica el siglo en el cual vive. "La vida
errante", "La vida inm—vil" y "La prisi—n" son los
nœcleos entorno a los que se desenvuelven los cap’tulos de este libro. El mismo
t’tulo de cada una de esas partes indica el cambio de tono que se va
produciendo en ellos; de la agilidad expresiva y acci—n r‡pida del primero, se
llega a la morosa profundizaci—n en el pensamiento y modo de ser del
protagonista que culmina en el œltimo. Es, por tanto, una progresiva graduaci—n
de lo externo a lo interno que se inicia con un Zen—n vagabundo por los caminos
europeos y que culmina con el suicidio de este hombre en la c‡rcel de Brujas.
2. RESUMEN DEL CONTENIDO
Si trazamos un resumen minucioso de cada
una de las partes del libro, obtendremos el siguiente resultado:
Primera parte: La vida erranteÑ
Consta de once cap’tulos que van precedidos
de una cita de Pico de la Mir‡ndola, tomada de su Oratio de hominis dignitate,
segœn la cual se concede al hombre una "libertad"sin l’mites que le
permita dar forma a su vida de acuerdo con su solo arbitrio: "No te he
dado rostro ni lugar que te sea propio ... a fin de que tu rostro, tu lugar y
tus dones los desees, los conquistes y lo poseas por ti mismo... para que tœ
mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un h‡bil escultor, acabes
tu propia forma". Lo contenida en las l’neas precedentes ser‡ el plan de
acuerdo con el que Zen—n desarrollar‡ su vida, cre‡ndose a s’ mismo en cada uno
de los sucesos narrados en el libro.
Componen esta parte los siguientes
cap’tulos:
El gran camino: Zen—n y su primo Enrique
Maximiliano se encuentran en un camino europeo; en ellos se hace patente el
contraste entre el vagabundeo del sabio que busca la verdad y el mundo
caballeresco del guerrero, respectivamente; con sus propias palabras podemos
decir que:
"... Tengo diecisŽis a–os Ñdijo
Enrique MaximilianoÑ. Dentro de quince, se ver‡, acaso si me puedo comparar con
Alejandro. Dentro de treinta, se sabr‡ si valgo o no tanto como el difunto
CŽsar.... Tengo veinte a–os Ñcalcul— Zen—nÑ. En el mejor de los casos, tengo
ante m’ otros cincuenta de estudio antes de que este cr‡neo se me convierta en
calavera. Tomad vuestros humos y vuestros hŽroes de Plutarco, hermano Enrique.
Se trata, para m’, de ser m‡s que un hombre..." (p. 14)
La infancia de Zen—n: un salto atr‡s en el
tiempo nos permite conocer el nacimiento y origen del protagonista; viene al
mundo en casa de su t’o Enrique Justo, hermano de su madre Hilzonda, y padre a
su vez de su primo Enrique Maximiliano. Zen—n es el fruto de los amores de
Hilzonda y el clŽrigo Micer Alberico de Numi; de la primera hereda el orgullo y
rebeld’a religiosa, mientras que del segundo recoge la finura de un esp’ritu
relacionado con la corte de los Borgia, mundo de Leonardo da Vinci o Miguel
Angel, amistades con los Farnesio, etc. Ese nacimiento le predestina, en cierta
manera, pero su peculiar forma de ser le har‡ "formar" su propia vida
en el sentido que se indicaba en las palabras introductorias de esta parte.
" Zen—n creci— para la Iglesia. El
sacerdocio constitu’a, para un bastardo, el medio m‡s seguro de vivir
desahogadamente y de acceder a los honores. Adem‡s, aquel af‡n de saber, que
desde temprana edad posey— a Zen—n, y aquellos gastos de tinta y de buj’a
consumida hasta el alba, no parec’an tolerables a su t’o sino en un aprendiz de
cura. Enrique Justo confi— al escolar a su cu–ado BartolomŽ Campano... Ense–— a
su alumno el lat’n, lo poco que sab’a de griego y de alquimia, y satisfizo la
curiosidad de su disc’pulo por las ciencias con ayuda de la "Historia
natural" de Plinio... " (p. 26)
Los ocios del verano: Zen—n pasa el verano
en casa de su t’o en Dranoutre, s’mbolo de la riqueza y prosperidad de sus
negocios y empresas. Las aventuras que corre Žl solo o en compa–’a de su primo
van configurando la personalidad y talante del joven, a la vez que le hacen
tomar partido ante los m‡s necesitados.
" Abandonando a sus anfitriones sin
m‡s ceremonias que si se hubiera tratado de cabritillos del bosque, se puso de
nuevo en marcha con impaciencia..., Apenas volvi— al camino real, encontr— de
nuevo los ruidos y los gritos del mundo. Una banda de rœsticos excitados corr’a
con cubos y horcas una gran alquer’a ard’a, incendiada por uno de aquellos
anabaptistas que ahora pululaban y mezclaban el odio a los ricos y a los
poderosos con una forma peculiar de amor a Dios. Zen—n compadec’a
desde–osamente a aquellos visionarios que saltaban de una barca podrida a otra
barca que hac’a agua, y de una aberraci—n secular a una man’a nueva del todo,
pero el desagrado que le produc’a la estœpida opulencia que lo rodeaba lo
colocaba, a pesar suyo, del lado de los pobres" (p. 41)
La fiesta en Dranoutre: la descripci—n de
una fiesta de la Žpoca contrasta con los problemas laborales que surgen en los
telares de Enrique Justo; sirven, por tanto para expresar las condiciones del
trabajo de la Žpoca.
"Ved, se–ora Ñdijo medio en broma el
mercaderÑ, lo que se gana con mantener abiertas por pura caridad unas f‡bricas
que trabajan con pŽrdidas. Estos rœsticos traen hasta vuestros o’dos disputas
que zanjar’a con una sola palabra un juez de aldea. Si no fuera porque deseo
conservar el prestigio de nuestros terciopelos y nuestras telas
recamadas.." (p. 48)
Postura del poderoso que se complementa con
la que la del trabajador:
" !Tœ eres sabio, Zen—n!.... Ñdijo
Thierry Loon, que capitaneaba el resto de los descontentos como un buen chantre
dirige un coroÑ. Expl’cales que se aumentan nuestros impuestos y se disminuyen
nuestras pagas, y que la polvareda que sale de aquellos ingenios nos hace
escupir sangre... Del patio subi— un griter’o. Desde all’ abajo, el resto de la
chusma contemplaba las antorchas de la fiesta y la parte superior de los
aposentos altos. Una piedra perfor— el azur de la vidriera blasonada. El
mercader se apart— con presteza de aquel pedrisco azulado" (p. 49)
La partida de Brujas: Zen—n abandona la
casa en que le hab’a colocado el can—nigo B. Campano, donde le cuidaban la
criadas Wiwina y Godeleva Ñt’a de la primeraÑ pero Žl, recogiendo sus libros,
decide partir."
"Me marcho, Wiwina Ñrepiti— Zen—nÑ.
Voy a ver si la ignorancia, el miedo, la ineptitud y la superstici—n verbal
reinan en otros lugares fuera de aqu’". (p. 57)
La voz pœblica: pasa por Gante, Par’s,
Universidad de Montpellier, Langadaoc, Catalu–a, Basilea... Estamos en 1539 y
va tomando cuerpo la fama de este hombre.
"B.Campano daba vueltas y m‡s vueltas
con el anciano sacerdote a aquellas insignificantes briznas de informaci—n que
eran a la vida entera de Zen—n lo que la u–a a la totalidad del cuerpo. El cura
sacud’a la cabeza como sino esperase m‡s que lo peor de aquel esp’ritu alocado
por la impaciencia, por el vano saber y por el orgullo." (p. 64)
La muerte en Munster: Hilzonda, casada
despuŽs del nacimiento de Zen—n con el anabaptista Sim—n Andriansen, ten’a otra
hija llamada Marta. La religiosidad peculiar de estos les hace cambiar de lugar
de residencia y participar en los enfrentamientos sangrientos que marcaban las
relaciones entre ellos y los cat—licos; mueren all’ Sim—n y su esposa, quien no
hab’a tenido inconveniente en caer en la promiscuidad sexual de la secta. Marta
crece al cuidado de unos parientes de Enrique Justo: los Fœcar de Colonia.Ñ
Los Fœcar de Colonia: Mart’n y su esposa
SalomŽ, parientes y rivales en negocios de E.Justo y su esposa Jacqueline: los
Ligre, tienen tres hijos: Segismundo, en la guerra y de quien no se tienen
noticias; Filiberto, heredero del negocio paterno, casado m‡s tarde con la
Marta huŽrfana que hab’a recogido la familia y Benedicta, de edad semejante a
Marta, que muri— de peste a la vez que su madre.Ñ
Conversaci—n en Innsbruck: la celebraci—n
del Concilio de Trento hace que el emperador se instale en esa ciudad para
seguir de cerca los debates: "No se hablaba en la corte m‡s quede teolog’a
y de Derecho can—nico" (p. 105)
Un nuevo encuentro de E.Maximiliano y de
Zen—n sirve para contrastar sus vidas y sus formas de pensar; el guerrero y el
fil—sofo son s’mbolo, respectivamente, del interŽs por lo inmediato o por la
divagaci—n abstracta.
" Y si la tierra da vueltas, no me
preocupa lo m‡s m’nimo en este momento saber si ando por encima, y me
preocuparŽ menos aœn cuando estŽ debajo..." (p. 111)
" Hermano Zen—n Ñdijo el capit‡nÑ, os
encuentro delgado, fatigado, hura–o y vestido con un casac—n que ni mi criado
lo querr’a para s’. ÀVale la pena esforzarse durante veinte a–os para llegar a
la duda, que nace por s’ misma en todas las cabezas bien puestas?
Sin duda Ñrespondi— Zen—nÑ. Vuestras dudas
y vuestra fe son burbujas de aire en la superficie, pero la verdad se deposita
en nosotros, como la sal en la retorta en el curso de una destilaci—n
arriesgada est‡ m‡s all‡ de la explicaci—n y de la forma, demasiado caliente o
demasiado fr’a para la boca humana, demasiado sutil para la letra escrita y m‡s
preciosa que ella." (p. 111-112)
Carrera de Enrique Maximiliano: Žste parte
hacia Italia despuŽs de la conversaci—n Zen—n; lucha unas veces a favor del rey
Muy Cristiano y otras del Rey Cat—lico. Guerrero y poeta a la vez, amante de
los juegos y de las damas, se interroga sobre el modo en que le sorprender’a la
muerte; la cual le ronda muy de cerca.
" A menudo se hab’a preguntado c—mo
ser’a su muerte y en quŽ circunstancias: un arcabuzazo que lo dejar’a quebrado...
una estocada en el curso de un duelo de honor... un cuchillo en una calle
ombr’a ... una reca’da de la viruela de anta–o ... o incluso, pasados los a–os,
la apoplej’a en cualquier castillo... Aquellas muertes, aquellas exequias
imaginarias fueron su verdadera muerte, su entierro verdadero. Sucumbi— en el
curso de una expedici—n forrajera... una bala le alcanz— en la espalda, y, al
caer, dio con la cabeza en una piedra..." (p. 136-137)
Los œltimos viajes de Zen—n: DespuŽs de la
conversaci—n de Innsbruck Zen—n fue a Wurzburgo (al borde del Danubio),
Turingia, Polonia, Suecia,... Su oficio de mŽdico y cirujano le valen el
prestigio y la amistad entre quienes le rodean. Muestra tambiŽn interŽs por la
astrolog’a. Cansado de viajar decide regresar a Brujas y, para no despertar
sospechas entre los que le censuraban por sus escritos y teor’as, adopta el
nombre de Sebasti‡n Theus: "En Lovaina, donde se detuvo de camino, nadie
lo reconoci— bajo el nombre que se hab’a atribuido. Como los ‡tomos de un cuerpo
que se renuevan sin cesar, pero que hasta el fin conserva los mismos trazos y
las mismas verrugas, los maestros y los estudiantes hab’an cambiado una vez
m‡s, pero lo que oy— al aventurarse en una sala no le pareci— muy distinto de
lo que en otro tiempo Žl escuchara impaciente o, por el contrario,
ardorosamente" (p. 141)
Esos planos temporales del pasado, el
presente e, incluso, el futuro que parecen superponerse en la vida de Zen—n,
est‡n expresados con particular maestr’a en la siguiente imagen con la que se
cierra el cap’tulo y primera parte del libro:
"...Era un espejo florentino de marco
de concha, formado por un conjunto de una veintena de peque–os espejos
abombados, parecidos a las celdas de las colmenas de las abejas, hexagonales,
cada uno encerrado, a su vez, en su estrecho marco que hab’a sido, en otro
tiempo, el caparaz—n de un animal vivo. Al resplandor gris de un alba
parisiense Zen—n se contempl—. Vio veinte figuras amontonadas y achicadas por
las leyes de la —ptica, veinte im‡genes de un hombre con gorro de piel, de tez
p‡lida y amarillenta, con ojos relucientes que eran, ellos mismos, espejos.
Aquel hombre a punto de huir, encerrado en un mundo muy suyo y separado de sus
semejantes que hu’an asimismo en mundos paralelos, le record— la hip—tesis del
griego Dem—crito: una serie infinita de universos idŽnticos donde vive y mueren
una serie de fil—sofos prisioneros. Aquella fantas’a le hizo sonre’r
amargamente. Los veinte peque–os personajes del espejo sonrieron tambiŽn, cada
uno para s’. Y a continuaci—n, los vio volver a medias la cabeza y dirigirse
hacia la puerta." (p. 145)
Segunda parte: La vida inm—vil
Consta de seis cap’tulos que se abren con
una cita de car‡cter alqu’mico: la divisa "Obscurum per obscurius.
Ignotumper ignotius"; es decir, ir hacia lo oscuro y lo desconocido por
aquello que es m‡s oscuro y desconocido todav’a.
Los cap’tulos se desarrollan como siguen:Ñ
El regreso a Brujas: Zen—n vuelve a su
ciudad de origen y conoce al prior de un convento de franciscanos: Juan Luis de
Berlaimont, con quien traba amistad. Es Žste el que le comunica las novedades
acaecidas en los treinta a–os de ausencia: cambio de residencia de Filiberto
Ligre y su esposa, de gran influencia en el Consejo de la Regente; riqueza de
su amigo Juan Myers, etc. La residencia en casa de Žste y la amistad de Zen—n
con el prior son la base de un cap’tulo en el que se exponen la confluencia de
ideas liberales en estas tres personas. Podemos comprobarlo en estas citas:
"Juan Myers solt— en la mesa algunas
de sus bromas favoritas sobre el clero y lo dogmas. Zen—n record— haberlas
encontrado divertidas en otro tiempo, pero, ahora, le parecieron bastante
burdas. Sin embargo, acord‡ndose del sastre Adri‡n de Tournai, de Dolet de Lyon
y de Servet de Ginebra, se dijo para s’ que en un tiempo en que la fe llevaba
al furor, el escepticismo con sal gorda del bueno de Juan ten’a su
mŽrito...." (p. 153)
"El œnico lugar de la ciudad en donde
le pareci— que ard’a un pensamiento libre era, por paradoja, la celda del prior
de los franciscanos.... Aquel religioso estaba cansado de homil’as devotas....
La conversaci—n tocaba todos los temas, excepto las materias de fe, pero aquel
hombre de oraci—n se interesaba, sobre todo, por la cosa pœblica. Muy ligado
con algunos se–ores que se esforzaban por luchar contra la tiran’a extranjera,
los aprobaba, aunque temiendo para la naci—n belga un ba–o de sangre..."
(p. 158)
El envenenamiento de Myers, posiblemente
suicida, decide el traslado de Zen—n al convento de San Cosme.Ñ
El abismo: la existencia clandestina y
taciturna de un Zen—n que se calla, que ahonda en sus conocimientos filos—ficos
y mŽdicos, adem‡s de alqu’micos, pero que trata de no hacerse notar demasiado,
en su heterodoxia, por miedo a la Inquisici—n, es ahora el rasgo dominante del
personaje:
"... Se callaba los pensamientos que
para Žl contaban m‡s, pero sab’a desde hacia tiempo que aquel que se expone por
sus palabras no es m‡s que un estœpido, cuando tan f‡ciles dejar a los dem‡s
que se sirvan de su gaznate y de su lengua para formar sonidos... La angustia
que le ahogaba era distinta de la un fil—sofo perseguido a causa de sus
libros..." (p. 166)
El pensamiento y el estudio llenan sus d’as
y en ellos "el cuerpo era su principal objeto de estudio", (p. 171);
su empirismo materialista le conducen al ate’smo y a un desprecio del cuerpo
que aœn no est‡ liberado del esp’ritu. Es aqu’ don se hace presente la
justificaci—n del t’tulo de la obra:
" Solve et coagula... Sab’a lo que
significaba aquella ruptura de las ideas, aquella fisura en el seno de las
cosas. Cuando era un joven clŽrigo, hab’a le’do en Nicol‡s Flamel la
descripci—n del "Opus
nigrum", y aquel ensayo de disoluci—n y de calcinaci—n de las formas que
constituye la parte m‡s dif’cil de la Gran Obra... Aquella separaci—n
alqu’mica, tan peligrosa que los fil—sofos hermŽticos no hablaban de ella m‡s
que con palabras encubiertas, tan ardua ...la hab’a Žl confundido anta–o con
una rebeli—n f‡cil... Luego hab’a decidido disolver y coagular la materia en el
sentido de una experimentaci—n realizada con el cuerpo de las cosas. Ahora los
dos brazos de la par‡bola se juntaban,y la " mors philosophica " se
hab’a consumado: el operador quemado por los ‡cidos de la investigaci—n era, a
la vez, sujeto y objeto, alambique fr‡gil y, en el fondo del recept‡culo,
precipitado negro"... (p. 185-186)
Zen—n somete a la depuraci—n formas de la
naturaleza humana, ideas e instintos; el resultado ser’a la liberaci—n y
limpieza de las rutinas de la vida ordinaria. Esta es la concepci—n alqu’mica
de Zen—n, s’mbolo de lo que realiza el protagonista a lo largo de todo el
texto, cuya culminaci—n pone en la consciente y suicida bœsqueda de la muerte
con la que el personaje es sobrevalorada y mitificado. Una concepci—n circular
del tiempo en el que todo es c’clico, subjetivo y sin puntos de referencia,
viene a ser aspecto notable de su pensamiento: "Todo parec’a suceder en el
fondo de una serie infinita de curvas cerradas" (p. 190)
La imagen del espejo que refleja a muchos
"zenones", ya comentada, se encuentra en esta misma l’nea y enlaza
con el juego por el que una fecha grabada en una viga de su habitaci—n Ñ1491Ñ
le hace evocar un 1941 que suceder‡ y llegar‡; lo mismo que una tierra que da
vueltas permite hablar de puntos geogr‡ficos opuestos y en el mismo lugar, al
realizar el mismo recorrido pero en distintos momentos.
La abstracci—n y el juego filos—fico acerca
del espacio, tiempo, materia y esp’ritu son los temas que configuran el
pensamiento de este hombre; las teor’as sobre ellos son el residuo, el Opus
nigrum, que permanece despuŽs de su tarea como alquimista.Ñ
La enfermedad del prior: las conversaciones
entre Zen—n y el prior permiten conocer sus opiniones acerca de la Iglesia, el
abuso inquisitorial, relaci—n con los rebeldes pol’ticos, etc. Zen—n estudia su
enfermedad y prevŽ su fatal desenlace por el mal influjo del planeta Saturno
sobre la vida del monje. La cr’tica heterodoxa de Zen—n es la causa del
paralelismo que establece entre elementos de la religi—n cat—lica, ÑSanta Misa,
Sacramentos, etcÑ, y la tarea que lleva a cabo la alquimia. Los des—rdenes de
la carne: la enfermedad del prior y la mala voluntad de algunos de los monjes
facilita la entrada de la corrupci—n en el convento; una secta llamada de los
"‡ngeles" mezcla un falso espiritualismo con org’as y promiscuidad
sexual. Alguno de los monjes trata de implicar tambiŽn a Zen—n, mediante la
entrega de dibujos que recuerdan los cuadros de El Bosco o Bruhugel. A la
muerte del prior Zen—n decide partir de nuevo; una vez puesto en camino hacia
Inglaterra se arrepentir‡ de su decisi—n y volver‡ sobre sus pasos hacia Brujas
otra vez m‡s.
El paseo por las dunas: narra ese viaje
frustrado, por su propia voluntad, que acabamos de citar.
La ratonera: despuŽs de un mes de actividad
mŽdica y difusi—n de sus libros (Proteor’as, Tratado del mundo f’sico), Zen—n
es acusado de complicidad con la secta de los "‡ngeles" del convento
franciscano; Idelette una de las muchachas que participaba en esas reuniones
qued— embarazada del monje Cipriano y, despuŽs de dar a luz, ahog— a la
criatura. La captura de la joven y su resentimiento puso en marcha la denuncia
de la situaci—n y las confusas declaraciones en la que se mezclaban la verdad y
la mentira.
"... Zen—n estaba dispuesto. Se
entreg— sin resistencias.Al llegar al tribunal, sorprendi— a todo el mundo al
dar su verdadero nombre" (p. 274)
El protagonista hab’a llegado al fin de sus
a–os de ocultamiento.
Tercera parte: La prisi—n.
Consta de cuatro cap’tulos que van
introducidos por unos versos de Juliano de MŽdicis; en ellos se justifica la
bœsqueda de la muerte a travŽs del suicidio: "No es vileza...si alguien,
para evitar una m‡s cruel suerte, odia la propia vida y busca la muerte".
Es lo que se lleva a cabo en esta parte final de la vida de Zen—n.
Los cap’tulos tienen las siguientes
caracter’sticas:Ñ
Acta de acusaci—n: tras una noche en la
prisi—n de la ciudad (ese tiempo hab’a bastado para que "Zen—n hubiera
cogido piojos de los que tardo muchos d’as en deshacerse" p. 279), el
protagonista pasa a la c‡mara del tribunal. El miedo a la tortura, por lo que
ella le lleve a decir Ñverdadero o falsoÑ es el elemento m‡s destacado de su
pensamiento; por otra parte, la confesi—n de su verdadera personalidad es otro
de lo datos m‡s destacables, ya que de e a manera Zen—n deja de ser un mero
comparsa de org’a (falso, adem‡s, en este caso) para convertirse en verdadero
protagonista del proceso: "Las acusaciones se multiplicaban, pero, al
menos, Žl no ser’a el insignificante personaje barrido a toda prisa por una justicia
expeditiva, como probablemente lo hubiera sido Sebasti‡n Theus". (p. 281)
Los cargos mœltiples de ese proceso:
actividades m‡gicas, con las que se supone que proporcionar’a filtros amorosos
a determinadas personas; ideas herŽticas, en materia religiosa; y actividades
pol’ticas subversivas, al facilitar ayuda mŽdica a los fugitivos. La mezcla de
medias verdades y aparentes mentiras son la base de todo este proceso que para
Zen—n "no era mucho m‡s que el equivalente de una de aquellas partidas de
cartas con Gil, que, por distracci—n o por indiferencia, perd’a siempre".
(p. 301) La suerte estaba echada sobre un proceso en el que no cabe m‡s que el
escepticismo y la cr’tica impotente ante un sistema judicial incompetente,
basado s—lo en las apariencias.
"La verdad, si se hubiera dicho,
hubiera, por lo dem‡s, molestado a todo el mundo; se distingu’a muy poco de la
mentira. Donde Zen—n dec’a la verdad, aquella verdad inclu’a algo falso: no
hab’a abjurado de la religi—n cristiana ni de la fe cat—lica, pero lo hubiera
hecho, de ser preciso, con una tranquila buena conciencia, y tal vez se hubiera
vuelto luterano en caso de haber regresado, como esper—, a Alemania. Negaba con
veracidad su relaciones con Cipriano, pero, una noche, hab’a deseado aquel
cuerpo ahora desvanecido, as’, que, en cierto sentido, las alegaciones de
aquella desgraciada criatura eran menos falsas de lo que el mismo Cipriano, al
formularlas, tal vez creyera. Nadie le acusaba ya de haber propuesto a Idelette
una poci—n abortiva, y 'el hab’a negado honradamente haberlo hecho, mas con la
restricci—n mental de que la hubiera socorrido si ella lo hubiera implorado a
tiempo.... Por otra parte ... los servicios prestados a los rebeldes no
probaban como pensaba con indignaci—n el procurador,
de entre aquellos fan‡ticos hubiera
comprendido su fr’a entrega de mŽdico. ... Una irrealidad fastidiosa reinaba en
aquellos coloquios en los que las preguntas y las respuestas no encajaban"
(p.301-302)
Una hermosa mansi—n: Filiberto y Marta,
parientes de Zen—n,hijo de los Fœcar y hermanastra, respectivamente, son
solicitados por B. Campano para intervenir en la causa de Zen—n e intentar su
absoluci—n Ñ a consecuencia de su influencia econ—mica y de poder. La
indiferencia de estos, su frivolidad y la frustraci—n de Marta son los aspectos
que resaltan en el cap’tulo; se convierten en s’mbolo de las gentes
afrancesadas y acomodaticias de la Žpoca:
"Ligre y Foulcre suenan bastante bien
a mis o’dos ... Vivimos en un tiempo en que un bello nombre es indispensable
para abrirse paso en una corte..." (p. 312)
Tapices, escaleras, chimeneas, etc. son el
s’mbolo de esa rica mansi—n que hab’an logrado.Ñ
La visita del can—nigo: una vez condenado
Zen—n es visitado por su antiguo maestro, Campano, para arrancar de Žl, al
menos, una retractaci—n:
"... ÀDebo creer, pues, como se lo
habŽis dicho al obispo que la Gran Obra no tiene para vos otra meta que
perfeccionar el alma humana? Si as’ fuera Ñdijo con un tono involuntariamente
decepcionadoÑ, estar’ais m‡s cerca de nosotros de lo que monse–or y yo nos
atrever’amos a creer, y esos m‡gicos arcanos, que jam‡s he contemplado m‡s que
de lejos, se reducen a lo que la Santa Iglesia ense–a todos los d’as a sus
fieles" (p. 320)
La simplificaci—n y la acusaci—n de
intransigencia, a la Iglesia, es lo que se desprende de este planteamiento; as’
como la sublimaci—n heroica de Zen—n: el "œnico" puro y al margen de
intereses.
La respuesta de Zen—n es clara: "No,
excelente padre. En ocasiones he mentido para el enga–o. Entre vos y nosotros,
relaci—n continua... Es falso declararlas
paralelas." (p. 325)
Un Zen—n que acepta la condena a muerte y
la presentaci—n c’nica de la contrariedad del can—nigo ("tard— mucho en
dormirse bajo su edred—n de plumas bordado" p. 329), ponen fin al
cap’tulo.
El fin de Zen—n: la reflexi—n sobre esta
conversaci—n y el creciente miedo ante una posible vuelta atr‡s en sus
convicciones, desencadenan el que sea Zen—n el que asuma su propia muerte:
"Situado en su propio fin, era ya Zen—n "in aeternum ", p .332.
La minuciosa descripci—n del plan: cuando, c—mo, son el eje de este texto
final:
"R‡pidamente, con la destreza de
cirujano barbero de que siempre se hab’a enorgullecido... se dobl—, levantando
ligeramente las rodillas, y cort— la vena tibial, en la cara externa del pie
izquierdo, en uno de los lugares habituales de la sangr’a.... Su coraz—n bat’a
a grandes latidos... El inmenso rumor de la vida en huida continuaba... Luego,
entre todo aquel ruido, percibi— un estertor. Respiraba con grandes y ruidosas
aspiraciones superficiales que ya no llenaban su pecho... Todo era noche.
TambiŽn la noche se mov’a: las tinieblas se apartaban para hacer sitio a otras,
abismo sobre abismo, espesor sombr’o, sobre espesor sombr’o.... Ya no ve’a,
pero los ruidos exteriores aœn le llegaban... El rechinar de las llaves vueltas
y de los pestillos descorridos no fue ya para Žl m‡s que un ruido sobreagudo de
puerta que se abre. Y es lo m‡s lejos a que puede llegarse en el fin de
Zen—n." (pp. 335-338)
El fin exclusivamente material del hombre
es lo que pone tŽrmino a la biograf’a de Zen—n.
3. ANALISIS DE LOS PERSONAJES MAS
DESTACADOS.
Zen—n: Es el hijo bastardo del clŽrigo
Micer Alberico de Numi y de la joven Hilzonda, hermana de Enrique Justo Ligre.
En Žl confluyen caracter’sticas de personajes como Leonardo da Vinci, Miguel
Angel, Paracelso, CopŽrnico, Servet y Giordano Bruno; las diversas cualidades y
caracter’sticas de esos hombres, controvertidos por diversos motivos en su
Žpoca. Se unen en la personalidad de Zen—n. El esp’ritu cient’fico, el af‡n
viajero y de aventura,la capacidad creadora y art’stica, los hallazgos tŽcnicos
e inventos, el interŽs por el estudio del hombre y del cuerpo humano, las ideas
antitradicionales y heterodoxas que circulan por sus escritos no admitidos, el
pragmatismo filos—fico, el indiferentismo religioso, el escepticismo y el
amoralismo bisexual que le conduce a experimentar cualquier tipo de placer para
luego declararse por encima y al margen de ellos, son los rasgos m‡s se–alados
de su vida. La autora realiza una dura cr’tica, a travŽs de este hombre, de la
cultura de este siglo, as’ como del sistema de educaci—n, orientaci—n de la
ciencia, etc. En realidad, se puede decir que no queda un solo sector de la
realidad del siglo XVI que no sea minuciosamente observado con el prisma de su
cr’tica demoledora, parcial y subjetiva. Zen—n es el veh’culo que le sirve para
realizarla. Su figura es la de un hombre que se adelanta a su tiempo y, a
travŽs de la alquimia, realiza la depuraci—n progresiva de su esp’ritu que le
conduce a una peculiar filosof’a del dominio propio: fr’o cerebralismo cercano,
muchas veces, a la m‡s elemental animalidad del instinto; de modo vulgar se
puede aplicar como la justificaci—n, aparentemente filos—fica, del obrar de
acuerdo con las apetencias. El simbolismo de su nombre Zen—n/Theus, emparenta
con la divinidad y la consiguiente mitificaci—n del personaje; formado en la
escol‡stica y m‡s tarde opuesta a ella, dedicado a la alquimia, medicina y
astrolog’a, sintetiza en Žl los rasgos caracterizadores del hombre del primer
renacimiento.
Enrique Maximiliano Ligre: Hijo de Enrique
Justo, primo de Zen—n, con quien pasa su infancia. Es el representante del
esp’ritu aventurero e idealista, en contraposici—n a Zen—n; su religiosidad de
circunstancias, pero tradicional, y su amor familiar son aspectos que lo
identifican y marcan su biograf’a. Muere peleando, aunque no en el modo ideal
que hubiera consolidado su vocaci—n guerrera: un tiro por la espalda y un golpe
en la cabeza, desidealizan la muerte de un capit‡n.
Enrique Justo: Padre de E. Maximiliano,
casado con Jacqueline, acaudalado banquero y comerciante que acumula dinero y
poder a lo largo de su vida hasta el punto de llegar a ser el prestamista
oficial de la Regente de los Pa’ses Bajos.
Los Fœcar: Parientes de los Ligre . Mart’n
es primo de E. Justo; casado con SalomŽ, tienen dos hijos vivos Filiberto
Ñheredero del negocioÑ y Benedicta Ñmuerta junto con SalomŽ durante una
epidemia de peste. Filiberto casar‡, m‡s tarde con Marta ÑhuŽrfana de Hilzonda
(madre de Zen—n) y Sim—n AndriansenÑ; el negocio heredado por Filiberto
prosperar‡ hasta el punto de que la nueva regente empe–a en esta casa sus
joyas. El poder’o e influencia de estas dos ramas familiares, los Ligre y los
Fœcar, nos sitœa en un momento de auge de la burgues’a y empobrecimiento de la
aristocracia.
BartolomŽ Campano: Can—nigo de San
Donaciano, en Brujas, cu–ado de E. Justo, maestro de Zen—n. Se siente
responsable de la evoluci—n ideol—gica del disc’pulo y realiza gestiones para
intentar liberarlo. Es el representante de la Iglesia oficial, tradicional y
ortodoxa; la autora realiza una cr’tica indirecta de su modo de actuar, as’
como del sector al que representa, al presentarle como un hombre aburguesado e
intransigente, c—modo y opulento: casa acomodada, litera para viajar, comida
suculenta, buena cama, etc, vienen a ser los s’mbolos que lo confirman.
Juan Luis de Berlaimont: Prior del convento
franciscano de Brujas, amigo de Zen—n, a la vez que paciente en su enfermedad.
De esp’ritu liberal y abierto, muestra un eclecticismo Que le permite
compaginar sus oraciones y mortificaciones con una interpretaci—n de’sta y
simplificada, en exceso, de la religi—n; un Dios lejano al hombre, en ocasiones
tirano para Žste, no le impide una tierna devoci—n a la Virgen Ñpor un ladoÑ y
una actitud cercana a la duda existencialista Ñpor otroÑ.
Juan Myers: Amigo de Zen—n, barbero h‡bil
en el oficio de la sangr’a, es quien le ense–a a Zen—n esta tŽcnica que algo
m‡s tarde decidir‡ su muerte. Reencontrados en Brujas, a la vuelta de Zen—n a
esa ciudad, se aloja en su casa con el nombre de S. Theus. Al poco tiempo muere
envenenado, posiblemente por suicidio, dejando en testamento a Zen—n como
heredero; el rehusamiento de Žste hace que el patrimonio pase al hospicio de
San Cosme.
4. CARACTERISTICAS GENERALES
Los valores literarios y tŽcnicos del
relato destacan de modo se–alado en cada una de sus p‡ginas. La minuciosidad
descriptiva, de car‡cter impresionista, con que son expresados los hechos,
comportamiento, lugares o paisajes son una de las riquezas m‡s llamativas del
texto.
"Volvi— a abrocharse la casaca,
rezongando contra los esp’as que meten las narices en los asuntos ajenos. Zen—n
se puso de nuevo la hopalanda, casi seca del todo. Los dos hombres se
repartieron, antes de salir, un resto de vino que quedaba en el fondo de una
c‡ntara. El alquimista cerr— la puerta y colg— la enorme llave a o una viga
donde el criado sabr’a encontrarla..." (pp. 125-126)
" TambiŽn parece que conservaba un
cuadro que el duque ten’a orden de adquirir para su Majestad, una de nuestras
diabler’as flamencas en la que se ven demonios grotescos que aplican suplicios
a los condenados.. " (p. 211)
El valor pict—rico y visual de esas
descripciones es uno de los factores m‡s conseguidos por la autora en cada una
de esas descripciones. El caso del s’mbolo del espejo que reflejaba la imagen
de Zen—n, comentado con otro motivo en este trabajo, es de los m‡s relevantes
para mostrar esta caracter’stica. Minuciosidad descriptiva que, sin embargo no
impide tampoco las ricas sugerencias que se abren al lector de la obra, para
quien las conclusiones Ñmucha vecesÑ no est‡n m‡s que levemente insinuadas; es
lo que ocurre, sobre todo, cuando la autora trata el tema e las relaciones
sexuales. Nunca entra en pormenores descriptivos, sino que no pasa de una
presentaci—n eufem’stica, m‡s o menos poetizada.
El esmero con que es tratado el tiempo, de
narraci—n lineal salvo en el caso del primer cap’tulo que supone un anticipo
cronol—gico con respecto al segundo, no impide la originalidad en su expresi—n.
Fechas que van datando los hechos y vidas de los personajes, se salpican a lo
largo de la distintas p‡ginas en el momento oportuno.
" Hacia 1541, una flotilla espa–ola
fue da–ada gravemente por una nueva f—rmula de fuego griego..." (p. 62)
"El a–o de 1549 se inaugur— con
lluvias que se llevaron las simientes de los hortelanos." (p. 94)
Plano temporal que enlaza con la funci—n
que concede Zen—n al acuerdo: "que no es sino una mirada posada de vez en
cuando sobre seres que se hab’an convertido en interiores, pero que depend’an
de la memoria para continuar existiendo", (p. 182)
No s—lo se puntualiza el tiempo, sino
tambiŽn el espacio; as’ se explican los abundantes nombres de lugares presentes
en esta p‡ginas. Pueblo de los Pa’ses Bajos y ciudades europeas aparecen en el
libro, reflejando la actividad viajera del protagonista: Oudenove, Dranoutre,
Malinas, Audenarde, Brujas, Colonia, Gante, Lovaina, Par’s, Munster, Deventer,
etc. son algunos de los lugares citados. La historicidad de lo narrado, en
cuanto recreaci—n veros’mil de tratados y cr—nicas de la Žpoca, permite el
conocimiento detallado de los variados planos que se distinguen el siglo XVI;
la ficci—n novelada , adem‡s de hacer del texto un producto de f‡cil lectura,
ofrece la visi—n singular de su autora Ñdiscutible en muchos casos, por la
deformaci—n hist—rica, cultural y religiosa que lo inspiraÑ. Las referencias a
los reyes y regentes (Carlos V, Felipe II, Mar’a de Francia...), batallas y
paces (Paz de las Damas o de Cambrais), epidemias o desastres (inundaciones
1549, peste), etc. son nuevos datos que van marcando la cronolog’a y
verosimilitud de lo narrado. A ello hay que unir, por otra parte, el valor
costumbrista que se desprende del marco art’stico, decorado, ropa, fiestas,
alimentaci—n etc. que tambiŽn se halla en esta obra.
"SalomŽ se complac’a en alargar las
sobremesas tras las inacabables comidas confeccionadas con arte; se limpiaba
los labios con una servilleta adamascada, se rodeaba con una cadena de oro el
amplio talle y el grueso cuello rosado, y llevaba buenos pa–os cuya lana,
cardada y tejida con cuidados reverenciales, conservaba algo del dulce calor de
los corderos vivos..." (p. 85)
En resumen, perfecci—n formal, agilidad
expresiva y amenidad de lo narrado son las cualidades que hacen de esta pieza
una lectura amena, h‡bilmente preparada.
5. VALORACION IDEOLOGICA:
"Opus Nigrum" es una obra densa,
fruto de un lento proceso de elaboraci—n, a lo largo del cual, autora y
protagonista se confunden en la expresi—n de sentimientos y pensamientos.
M. Yourcenar, a travŽs de Zen—n, regresa a
un pasado donde se hallan las ra’ces de muchos de los aspectos del mundo
actual. El siglo XVI es una Žpoca de transici—n, de inestabilidad, de fermentos
inquietos y bœsquedas osadas. La autora elige ese momento para situar la acci—n
de esta novela, porque as’ puede explayar su concepci—n de las obras de arte
como un retorno a las fuentes.
Para ella, la narraci—n tiene mucho de
arqueolog’a espiritual.Por eso, "Opus Nigrum" es, en ciertos
aspectos,el libro m‡s relevante en cuanto a identificar una tem‡tica central en
su producci—n. Al penetrar en el Renacimiento, lo hace deliberadamente porque
en ese momento es cuando se fragua la f—rmula qu’mica, en sentido figurado, de
la que saldr‡ el ser humano del siglo XX. Zen—n es el prototipo de lo que,
segœn Marguerite Yourcenar fue el sabio renacentista: el hombre fin en s’
mismo, vital e intelectualmente impregnado de un misterioso sentido del deber,
de tal modo que nunca deber’a ser obligado a perder su dignidad en nombre de
ningœn principio. Esta conciencia de una alta misi—n hace de Žl un rebelde
contra el que la gente sumisa al orden constituido siente un impulso Ñde furia
envidiosa, un cierto instinto de manipulaci—n. Su rebeld’a se manifiesta en una
actitud indiferente y relativista segœn la cual, todo pa’s patria y religi—n
son un culto, a su modo, v‡lido.
El antropocentrismo del esp’ritu del
Renacimiento, que se aparta de la tradici—n medieval cristiana para volver al
clasicismo grecolatino pagano es un instrumento inmejorable para que la autora
Ñpueda expresar lo que da forma y articula su concepci—n vital: un rechazo del
mundo europeo de ra’z cristiana, en favor de un neopaganismo que se diferencia
del de griegos y romanos en que se desarrolla a partir de unos presupuestos
cristianos y no de un polite’smo ancestral como ocurr’a con el de los antiguos.
Este rechazo, fruto de impulsos complejos e
ignorancias capitales en materia de fe, no tiene unas bases muy s—lidas, lo que
motiva la fundamental ambigŸedad que aflora siempre al profundizar no con lo
que M. Yourcenar rechaza, sino en lo que propone a cambio. Al hacerlo se
observan muchos puntos cruciales no resueltos, una mezcla de ascetismo y
hedonismo vagamente sustentada en una absolutizaci—n del hombre como valor
m‡ximo, en tanto que est‡ solo para probar sus fuerzas, puesto que la idea de
Dios-Providencia se considera fuera de lugar.
Suprimido Dios como residuo de un periodo
oscuro e ignorante, el "uomo universale" de la nueva era toma posesi—n
de su propio mundo interior, sin interferencias omnipotentes,y lo que hasta
entonces era devoci—n o reverencia se vuelve magia; la magia de la
introspecci—n y del mirar al pasado. La negaci—n de lo sobrenatural conduce a
una especie de misteriosa comuni—n c—smica. La historia ense–a a sentir
indiferencia por la propia individualidad y a saber que lo importante es el
movimiento de la totalidad humana, que produce un residuo el "precipitado
en negro" u "Opus nigrum" de los alquimistas) en el que se confunden
los destinos individuales. Zen—n no es sino un vivir humano m‡s, pero Žl lo
sabe, conoce su misi—n de contribuir a formar ese residuo negro que es el
primer paso para la gran obra de la alquimia hist—rica. Por eso, por conocer su
finalidad para la que vive, es due–o de poner fin a su historia, de decidir
cu‡ndo es el momento propicio de disolverse o trasmutarse en la sustancia
universal de lo humano.
Intelectualmente curiosa, inquisitiva,
inteligente y culta, M.Yourcenar est‡ llena de elevadas aspiraciones
filos—ficas, pero da la impresi—n de no saber muy bien quŽ hacer con ellas, a
d—nde conducirlas. Es como un alquimista m‡s, que ha logrado el "Opus
nigrum" pero que se pierde en las siguientes etapas, "roja" y
"blanca", sin llegara la "gran obra".
Su novela es compleja e interesante, pero
desorientada en cuanto a las ra’ces œltimas de unas tesis basadas en
negaciones, ensue–os y par‡bolas mantenidas en tensiones permanentes y
encontradas, que no conducen a conclusiones concretas. La sustancia ‡urea que
deber‡ producir la gran obra alqu’mica de la humanidad renovada, intelectual y
antropocŽntrica, simplemente no resulta viable, no llega a tŽrmino. La œnica
victoria que cabe a estos alquimistas-intelectuales o alquimistas-escritores es
llevar con dignidad su fracaso. Soluci—n ambigua, que implica mirar con cierta
esperanza el futuro, por si m‡s adelante el milagro se produjera, aunque la
refinada Marguerite de Crayencour (Yourcenar es un anagrama) parece bastante
escŽptica sobre ese futuro, ante el cual la muerte es una medicina salv’fica y
una probabilidad digna de tenerse en cuenta, por la v’a del suicidio.
Esta tesis de fondo hecha de paganismo
human’stico, rechazo del Dios de los cristianos, misticismo universalista y
pesimismo se manifiesta en "Opus Nigrum" de diversos modos. No hay
que olvidar que el siglo XVI es el de Trento y la Contrarreforma, de la
reacci—n cat—lica ante la herej’a y la trivializaci—n de la fe. Por eso, se
trata de vaciarlo de contenido, de desmitificarlo, dej‡ndolo reducido al fanatismo
que siempre se atribuye a la Inquisici—n, al ego’smo acomodaticio de los
burgueses ricos, a los fines excesivamente terrenos y temporales con que se
hace moverse a los clŽrigos, etc.
Para demostrar que lo que m‡s ennoblece al
hombre es mirar a su interior y obrar de acuerdo con la propia dignidad, lo m‡s
f‡cil es denigrar a los que dicen obrar por Dios, demostrando que en realidad
lo hacen por dinero, por af‡n de poder — por un cerril oscurantismo enemigo de
todo lo que signifique progreso cient’fico o cultural.
Zen—n, el m‡rtir de su causa, lo es sobre
todo la de la autora, que lo mata para que sublime as’ los ideales que ella
defiende, mientras que, por su parte, ha gozado de una larga y apacible vida
burguesa, lejos de gestos heroicos, persecuciones y c‡rceles.
Que sabe escribir y que lo hace muy bien,
es cierto, pero la belleza formal que gracias a ella alcanza la palabra
escrita, no debe enga–ar con su brillante apariencia. Tras Žsta, hay un mundo
que escŽptico pero que est‡ basado en el error de negar la transcendencia y
sustituir las verdades objetivas por criterios variables de orden Žtico y
estŽtico, capaces de justificar, si es preciso, cualquier conducta amoral, en
nombre de esa met‡fora alqu’mica que es el "Opus nigrum" y que en
realidad es la utop’a de siempre, perseguida desde Ad‡n, y que revierte al
sue–o de los hombres de encontrar la f—rmula m‡gica para ser como dioses, y
poder, as’, ignorar a Dios.
M.P.F.
(1985)