PEREZ GALDOS, Benito: La Fontana de Oro, 1867-1868
1. El t’tulo de la novela hace referencia al nombre de un CafŽ de Madrid, que serv’a de club revolucionario por los a–os en que reinaba Fernando VII. Gald—s narra aqu’ los enfrentamientos entre realistas y liberales en el periodo del trienio constitucional (1820-1823) y, simult‡neamente, presenta una trama novelesca centrada en el personaje de Clara, a quien pretenden dos j—venes ŃL‡zaro y ClaudioŃ que intentan burlar la custodia celosa de su protector D. El’as Orej—n Ńun realista fan‡tico y furibundoŃ y, posteriormente, de tres viejas mojigatas Ńlas se–oras de Porre–oŃ que la someten en su casa a un rŽgimen de clausura.
2. Gald—s domina el idioma y sabe utilizarlo del modo m‡s oportuno en cada ocasi—n: as’ se sirve de la iron’a, la exageraci—n, etc., para caracterizar determinados personajes cuyos defectos desea resaltar. Hace gala, adem‡s, de un perfecto realismo cuando describe los ambientes y las personas; sin embargo, le falta objetividad cuando se trata de reflejar determinados caracteres o instituciones. Por otra parte, parece reducir los problemas de la Espa–a del momento a la religi—n y a la pol’tica.
3. La novela refleja la ideolog’a del autor: Gald—s plasma en ella sus filias y fobias, aunque para esto sea necesario, en ocasiones, forzar los caracteres de algunos personajes, como D. El’as, las se–oras de Porre–o, el clŽrigo Silvestre, o el mismo Fernando VII. Como contrapartida, alaba en todo momento la actitud de los liberales moderados: Claudio, L‡zaro y varios ministros se presentan como personas ecu‡nimes que tratan de poner freno a los desmanes de la facci—n exaltada y de hacer cumplir la constituci—n, tanto a los realistas como al resto del pueblo.
Auque es notorio el anticlericalismo y la iron’a en temas religiosos, esa misma exageraci—n ayuda a no dejarse llevar por la cr’tica de Gald—s. El lector f‡cilmente adquiere una distancia respecto al relato que le impide juzgar como objetivos los excesos que all’ se reflejan. Por otra parte, no se critica tanto la religi—n en s’ misma como la beater’a, la intolerancia o la mundanizaci—n de algunos clŽrigos.
J.S.
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