MOLTMANN,
Elizabeth y JŸrgen: Humanity in God, Pilgrim Press, New York 1983. (Versi—n francesa: Dieu, homme et femme, Du Cerf, Paris 1984).
1. Los autores son un matrimonio protestante, ambos te—logos. Ella dedic— a–os
de su vida a sacar adelante a sus cuatro hijos. Hace teolog’a desde la
historia. El es experto en teolog’a especulativa y est‡ considerado como uno de
los mejores te—logos protestantes de la actualidad.
2.
El libro, con siete cap’tulos, consiste en la recopilaci—n de unos art’culos:
tres de Elizabeth y otros tres de JŸrgen. Termina con un di‡logo entre ambos
que recoge intervenci—n en las jornadas del World Council of Churches que, bajo el t’tulo Comunidad de mujeres y hombres en la Iglesia, tuvo lugar en Shelffield, Inglaterra, en 1981.
Respecto
al t’tulo del libro, diferente en su versi—n inglesa y francesa, quiz‡ sea m‡s
adecuada la angl—fona ya que la segunda puede malinterpretarse. Como afirma el Catecismo
de la Iglesia Cat—lica en el n. 239, ÇConviene
recordar que Dios trasciende la distinci—n humana de los sexos. No es hombre ni
mujer, es Dios. Trasciende tambiŽn la paternidad y la maternidad humanas aunque
sea su origen y medidaÈ. El libro que ahora se comenta est‡ m‡s en la l’nea de
lo que afirma en otro lado el Catecismo, n. 370: ÇDios no es, en modo alguno, a
imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es esp’ritu puro, en el cual
no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las "perfecciones" del
hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfecci—n de Dios: las de
una madre y las de un padre y esposoÈ.
La
primera impresi—n que dan estos autores es que a pesar de ser protestantes no
lo parecen. Por una parte Elizabeth, interesada en el papel de la mujer en la
historia, no utiliza en sus investigaciones s—lo lo que ha dicho la Biblia,
sino la tradici—n tanto oral como escrita. Esto supone una superaci—n
clara del
principio luterano "sola Scriptura". JŸrgen,
por su parte, conoce la tradici—n de los Padres de la Iglesia y tambiŽn la
teolog’a cat—lica. Cuando cita, pocas veces, a Lutero o a Calvino, lo hace para
poner de relieve no aquello en lo que estos autores se separan del Catolicismo,
sino en lo que tienen en comœn con la doctrina de siempre.
Por
otra parte, en uno de los cap’tulos titulado Dios significa libertad, expone unas ideas completamente diferentes a las que Lutero defend’a en
su obra Libertad esclava. Abandona el principio
disyuntivo propio del luteranismo (fe o raz—n, naturaleza o gracia, etc.) y no
ve incompatible la libertad de Dios con la libertad humana.
3.
Los tres primeros cap’tulos escritos por Elizabeth son estudios hist—ricos. Se
recogen en primer lugar las figuras de Mar’a Magdalena y Marta en la tradici—n.
Intenta rescatar las tradiciones genuinas y la influencia positiva que tuvieron
estas mujeres en la historia del Cristianismo, recuper‡ndolas de otra tradici—n
propia de una mentalidad patriarcal que ha deformado en parte el mensaje de
Jesucristo y los hechos.
Junto
a muchos datos positivos, parece que pone al mismo nivel tradiciones muy
diversas, y no es suficientemente cr’tica con sus fuentes. Con tal de recoger
datos, le da lo mismo los evangelios ap—crifos que las leyendas de los
gn—sticos (en este sentido da por hecho que en las primeras comunidades a las
mujeres se les encomendaba las tareas de responsables de las comunidades y
esto, en su opini—n, es lo mismo que ser obispo. Cfr. p. 58). En ocasiones
utiliza un tono reivindicativo algo molesto, que puede rayar en la injusticia
por el lado contrario.
4.
La segunda parte, escrita por JŸrgen, ocupa los cap’tulos 4-6, que tratan respectivamente
de: Dios significa libertad, La historia trinitaria
de Jesœs y Una interpretaci—n social de la Trinidad.
En
el cap’tulo 4 critica la concepci—n de la libertad como soberan’a en la que de
fondo late un dominio sobre los dem‡s, y apuesta a favor de una libertad personal
en la que la libertad est‡ abierta a la de los dem‡s. Afirma que "la
verdad de la libertad es el amor" (p. 83). En este caso "la persona
del otro no es un l’mite a mi libertad, sino su complemento" (p. 83).
Explica de manera satisfactoria el aspecto social de la libertad concebida como
amor y solidaridad. La concibe en su aspecto din‡mico. La libertad entonces no
es tanto un bien como un acontecimiento. La libertad abierta al futuro, al
proyecto, "de hecho -afirma- es la tensi—n de dos sujetos hacia un
proyecto comœn" (p. 85).
En
el cap’tulo 5 critica el protestantismo liberal y el rechazo que de la doctrina
trinitaria hace aquŽl, al menos tal y como lo expone Adolf Von Harnack. En este
segundo art’culo se reflejan algunas de las ideas m‡s famosas del autor sobre
el sufrimiento de Dios y la Teolog’a de la Cruz. Habla de un modo desgarrado
del abandono de Dios Padre al Hijo en la Pasi—n y afirma que, en la noche de
Getseman’, Cristo tuvo miedo de Dios y busca la protecci—n de sus amigos (cfr.
p. 94). Se une a la opini—n de Lutero, para quien la verdadera pasi—n de Cristo
era la Pasi—n de Cristo abandonado por Dios (cfr. p. 95). Luego afirma que
Cristo se entreg— voluntariamente (cfr. p. 96), lo que parece contradictorio
con el miedo a Dios del que ha hablado antes. Tomadas en su literalidad esas
afirmaciones, parecen incompatibles con la filiaci—n divina. Aunque tambiŽn hay
autores cat—licos que las defienden, es m‡s certera la interpretaci—n que da
Santo Tom‡s en la S. Th. III p., al explicar que Cristo en la pasi—n hac’a
compatible el sumo dolor y el sumo gozo, pues en ningœn momento perdi— la
visi—n beat’fica. Esto est‡ m‡s cercano a la interpretaci—n de las palabras de
Cristo: "Dios m’o, Dios m’o, Àpor quŽ me has desamparado?", en el
contexto de un Salmo mesi‡nico.
En
el cap’tulo 6 se pregunta: ÀPor quŽ el conocimiento de s’ del var—n y de la
mujer est‡ particularmente pr—ximo al conocimiento de Dios?. Su contestaci—n es
clara: porque el ser humano es imagen de Dios y es expresi—n y reflejo de la
naturaleza de Dios. En esta l’nea, le parece insuficiente el desarrollo
trinitario de la teolog’a de occidente y, en su opini—n, esto ha tra’do
consecuencias negativas. Al presentar la interpretaci—n social de la Trinidad,
tres Personas-una Comuni—n, mejor que tres Personas-una Substancia, tiene la
ventaja de superar el modalismo y de transformar el concepto de persona. Las
Personas divinas no son simplemente por ellas mismas, son en la medida en que
son la una para las otras. El Esp’ritu es el soplo del que habla. Ser persona
significa ser relaci—n con (cfr. p. 115). Se ve que no rechaza la tradici—n,
sino que la coloca en su sitio sin caer tampoco en el tradicionalismo (cfr. p.
137). En este sentido critica algunas de las visiones de San Agust’n y de la
Teolog’a de Santo Tom‡s de un modo leg’timo; en lo que se separa de ellos los
supera, pues no se separa de su proceso especulativo, sino de algunas
conclusiones que ellos no supieron sacar. No hay que olvidar que muy bien puede
suceder que un te—logo deseche soluciones y planteamientos valiosos por
advertir dificultades aparentemente insalvables, que pasados lo siglos resultan
solubles.
B.C.C.
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