LEWIS, Clive Staples: The Four Loves, 1960
(Los cuatro amores, Rialp, Madrid 1991, 155 pp.)
1. En esta obra, Lewis analiza desde muy variadas perspectivas, cuatro manifestaciones del amor humano: el Afecto, la Amistad, el Eros y la Caridad. Antes de tratarlos, distingue Ñen el cap’tulo primeroÑ dos categor’as formales del amor humano: el Amor-que-da o amor de donaci—n y entrega desinteresada de la persona; y el Amor-Necesidad, amor interesado que nace de una carencia o vac’o de la propia persona. Con esta distinci—n da la clave de los des—rdenes del amor: los amores humanos son realmente como Dios, pero s—lo por semejanza, no por aproximaci—n. Si se confunden estos tŽrminos, podemos dar a nuestros amores humanos la adhesi—n incondicional que le debemos solamente a Dios. Entonces se convierten en dioses: entonces se convierten en demonios. Entonces ellos nos destruir‡n y tambiŽn destruir‡n. Porque los amores naturales que llegan a convertirse en dioses no siguen siendo amores. Continœan llam‡ndose as’, pero de hecho pueden llegar a ser complicadas formas de odio.
Esta idea la aplica Lewis en el siguiente cap’tulo a los Gustos y amores por lo subhumano. Son los amores humanos de menor categor’a, pues su objeto es m‡s bien material: la patria, los animales, el medio ambiente, el trabajo... Sin embargo, no los desprecia, pues, lo m‡s alto no puede sostenerse sin lo m‡s bajo. Y, por tanto, son fundamentales para cimentar bien los otros amores m‡s elevados.
2. En el cap’tulo tercero, se adentra en el Afecto. Es el amor de los padres hacia la prole, o del profesor hacia el alumno, y viceversa. El afecto es lo que ense–a al hombre a observar a las personas que de hecho simplemente est‡n ah’, luego a soportarlas, despuŽs a sonre’rles, a gustar de ellas y, finalmente, a apreciarlas. Se trata del m‡s instintivo, el m‡s animal de los amores y el m‡s sujeto a perversiones (los feroces celos del afecto), que el autor ilustra con varios ejemplos.
En el cap’tulo cuarto hace un encendido elogio de la amistad, a la que adjudica un papel decisivo en la historia de la Humanidad. TambiŽn tiene sus peligros: la excelencia de la Amistad no debe ocultar que de por s’ es ambivalente, es decir, que puede ser una escuela de virtud; pero tambiŽn una escuela del vicio. Explica tambiŽn el valor que, en su opini—n, debe tener este amor para un cristiano: Para un cristiano, estrictamente hablando, no hay casualidades. Un secreto Maestro de Ceremonias ha entrado en acci—n. Cristo puede de veras decirle a cada grupo de amigos cristianos 'Vosotros no os habŽis elegido unos a otros, mas yo os elegido unos para otros'. La Amistad es el instrumento mediante el cual Dios revela a cada uno las bellezas de todos los dem‡s.
3. En el Eros, Lewis analiza las diversas nociones que se han dado sobre el cuerpo humano, qued‡ndose con la que expresaba San Francisco de As’s al llamarle Hermano Asno. Y confirma: Asno es exquisitamente correcto (...). Es una bestia œtil, robusta, floja, obstinada, paciente, adorable y exasperante, que merece ora el garrote, ora la zanahoria; patŽtica y absurdamente hermosa a la vez. As’ es el cuerpo. El Eros (amor sexual) puede hacer que en ciertos momentos el hombre tome a su cuerpo, en cuanto al sexo se refiere, demasiado en serio: por ah’ se podr’a llegar a permitir una divinizaci—n del Eros, que llevar’a a justificar con facilidad cualquier pecado, hasta el punto de enfrentar el amor con la moral y con la virtud.
El œltimo cap’tulo del libro, dedicado a la Caridad, lo inicia con una especie de resumen. Se–ala que los amores naturales no son autosuficientes. Algo m‡s debe venir en ayuda del simple sentimiento. Ese algo m‡s aparece inicialmente como una vaga decencia y sentido comœn, pero m‡s adelante se muestra en su plenitud: el Amor a Dios. Para Lewis, en esta dependencia radical de los amores respecto al Amor, en este yugo, reside su verdadera libertad; 'son m‡s altos cuando se inclinan' (...) Cuando Dios llega (y s—lo entonces), los semidioses pueden quedarse. Entregados a ellos mismos desaparecen, o se vuelven demonios. Lo que no significa que hay que despreciar los amores naturales.
De estas premisas deduce una noci—n mas completa de lo que es un amor natural desordenado. Ese car‡cter no tiene que ver con la cantidad, pues resulta imposible amar a un ser humano simplemente demasiado. El desorden proviene m‡s bien de la falta de proporci—n entre ese amor natural y el Amor a Dios. Es la peque–ez de nuestro Amor a Dios, no la magnitud de nuestro amor por el hombre, lo que constituye desordenado.
4. Con estilo directo y colmado de ejemplos, es un libro formativo, que no requiere especial esfuerzo para su lectura.
J.J.M.
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