KIM, J.: The Philosophy of Mind, Westview Press,
Boulder (Colorado) 1996.
1. La
obra tiene valor did‡ctico y est‡ escrita con claridad. Es un manual de filosof’a
de la mente, un sector caracter’stico de la filosof’a anglosajona. Tiene
por objeto el estudio de los actos ps’quicos o mentales -desde el dolor hasta
el pensamiento- en su contenido y en su relaci—n con el cuerpo. Esta parte de
la filosof’a suele considerar el Òproblema mente/cuerpoÓ, pero no en los
tŽrminos ontol—gicos tradicionales sino en cuanto a la relaci—n entre lo mental
(actos y propiedades ps’quicas) y lo f’sico (en especial, el cerebro).
2. El
autor define con claridad su postura materialista, segœn tres principios: a)
principio de superveniencia: lo mental ÒsupervieneÓ a lo
f’sico, lo que significa que dos seres que sean exactamente iguales en lo
f’sico, ser‡n tambiŽn iguales en lo ps’quico; b) no puede haber seres puramente
mentales; c) las propiedades mentales de algo est‡n totalmente determinadas por
sus propiedades f’sicas. Estas 3 tesis definen un Òfisicalismo m’nimoÓ. Queda
con esto definida la posici—n materialista, que reduce lo mental a la actividad
cerebral. Los temas cl‡sicos de la filosof’a de la mente son tratados por Kim a
la luz de estas premisas.
En
primer lugar se estudia el behaviorismo, que reduce las actividades mentales a
actos externos del comportamiento externo y pœblico. DespuŽs se examina la
tesis filos—fica de que la mente no es m‡s que el cerebro. Tras pasar revista a
distintas teor’as sobre la correlaci—n entre los actos mentales y los actos
nerviosos, el autor explica como superior -aunque no resulta convincente- la
tesis de la identidad. El dolor, por ejemplo, segœn esta posici—n se identifica
con una excitaci—n de fibras nerviosas, aunque nosotros no lo veamos siempre de
ese modo. Pero Kim reconoce que, despuŽs de algunas cr’ticas de Putnam a esta
tesis, semejante forma de Òfisicalismo reduccionistaÓ tuvo que ceder, y se
abri— paso al ÒfuncionalismoÓ. ƒste se presenta como un tipo de Òfisicalismo no
reduccionistaÓ que privilegia las funciones sobre su mera base material. El
libro trata los actos ps’quicos de modo homogŽneo: el dolor f’sico, el
pensamiento, las emociones, aparecen casi siempre al mismo nivel. Toma ejemplos
preferentemente relativos a los actos sensitivos -por ejemplo, el dolor-, con
los que el reduccionismo f’sico resulta mucho m‡s f‡cil de defender. Con la
tesis funcionalista se favorece el pensamiento de que los actos ps’quicos
podr’an tambiŽn realizarse, por ejemplo, en un robot (cuya base material es
distinta del hombre).
El
funcionalismo y la mœltiple realizabilidad material de los actos mentales lleva
a considerar -en un cap’tulo aparte- la tesis que ve la mente humana como un
tipo de computadora m‡s compleja. La estructura de la mente saldr’a de la
peculiar estructura de una m‡quina capaz de procesar informaci—n, y de ejecutar
ciertas acciones en virtud de tal informaci—n. Los Òestados mentalesÓ ser’an,
entonces, estados funcionales de un ordenador. En cap’tulos sucesivos, Kim
profundiza en el funcionalismo (que, en el fondo, es una nueva versi—n del
behaviorismo). La ÒmenteÓ aparece aqu’ como una estructura funcional compleja,
causada por ciertos inputs, y que da lugar a ciertos outputs. Como esto
puede realizarse Òde mœltiples modos materialesÓ, la psicolog’a pierde su
unidad y universalidad: el dolor tendr‡ que ver s—lo con la psicolog’a humana,
pero podr‡ significar cosas muy diferentes en otros seres (animales muy
distintos de nosotros, robots, vivientes de otros planetas, etc.). Al autor le
interesa analizar c—mo puede hablarse de un nexo causal entre estados f’sicos y
ps’quicos. Por ejemplo, si alguien tiene un dolor, Žste le producir‡ una mueca
de dolor. ÀEs el dolor la causa de esa mueca, o m‡s bien es la estructura
neuronal del dolor? La respuesta de Kim acude a la noci—n de Òsuperveniencia
causalÓ. El acto ps’quico Òtener dolorÓ puede verse como causa de ciertos actos
f’sicos, pero s—lo como causa ÒsupervenienteÓ sobre la causa neurol—gica. Esta
explicaci—n reduce la causalidad ps’quica a causalidad f’sica. M‡s adelante, al
afrontar el tema de la conciencia, de nuevo acude a la superveniencia: los
estados conscientes son supervenientes a la base neurol—gica. Por œltimo,
afronta m‡s directamente la tesis del reduccionismo. Reconoce que, con el
funcionalismo, el reduccionismo dej— de estar de moda porque se reconoci— un
‡mbito de autonom’a a los actos ps’quicos, dando h‡lito a las ciencias
cognitivas y a la psicolog’a. Se buscaron muchas soluciones para aclarar c—mo
se relaciona lo mental con lo f’sico. Kim considera que la mejor es la teor’a
de la superveniencia: si dos cosas o personas son f’sicamente iguales, lo ser‡n
tambiŽn estŽticamente, moralmente, etc. (todo lo inmaterial superviene sobre lo
material). Piensa que esta teor’a hace compatible el funcionalismo con el
reduccionismo f’sico (que de este modo recobra su fuerza). El libro concluye
se–alando que el reduccionismo adoptado es ÒlocalÓ porque otros seres -con otra
estructura f’sica (por ejemplo, robots)- podr‡n tener algo parecido a Òactos
mentalesÓ; pero estos actos ser‡n equ’vocos respecto a los nuestros.
3. Las
tesis defendidas son netamente materialistas, de modo claro y contundente. La
ÒsupervenienciaÓ no deber’a llevar necesariamente al reduccionismo f’sico,
porque una cosa no se explica exclusivamente por sus componentes materiales. Si
consideramos, por ejemplo, s—lo la estructura material de la Divina Comedia, no la
entenderemos. Segœn la filosof’a tomista, puede admitirse que los actos
ps’quicos sensitivos son ÒsupervenientesÓ, pues tienen siempre un lado f’sico
estrictamente correlacionado con el lado ps’quico. En cambio, los actos
espirituales humanos no tienen un estricto correlato fisiol—gico, aunque s’ una
base f’sica condicionante, sin la cual no podr’an producirse. Kim mezcla los
dos tipos de actos porque no considera siquiera la posibilidad de los actos
espirituales. El autor muestra un notable desconocimiento de la filosof’a
cl‡sica. Todo lo que suena a espiritualismo lo reconduce vagamente a Descartes,
y da por supuesto que hoy nadie es capaz de defender las tesis cartesianas
(confundidas, sin m‡s, con el espiritualismo).
J.J.S. (2002)
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