GUITTON, Jean;
BOGDANOV, Igor y Grichka: Dieu et la sciencie, Grasset, Paris 1991, 196
pp.
(Dios y la
ciencia, Debate, Madrid 1992, 140 pp.)
1.
La obra, escrita en forma de di‡logo entre J. Guitton y los f’sicos te—ricos
Grichka e Igor Bogdanov, se propone el siguiente objetivo: "Lo que quiero
demostrar, junto con los hermanos Bogdanov, apoy‡ndome en sus conocimientos
cient’ficos, es el hecho de que al final de este milenio, los nuevos progresos
de la ciencia permiten entrever una alianza posible, una convergencia,
aunque todav’a oscura, entre el conocimiento f’sico y el saber teol—gico, entre
la ciencia y el misterio supremo" (p. 13).
2.
En los œltimos a–os, la consolidaci—n de las ciencias de mŽtodo experimental-matem‡tico,
la superaci—n de determinados prejuicios hist—ricos y una mayor clarificaci—n
epistemol—gica, han hecho posible un di‡logo interdisciplinar continuado, despertando
el deseo de un saber m‡s unitario. Entre estos intentos est‡ especialmente
presente el acercamiento de la ciencia a la teolog’a natural y a la teolog’a
sobrenatural. En efecto, las llamadas preguntas œltimas (sobre el origen del
universo, el motivo de su belleza, la funci—n del hombre en el cosmos, la
existencia de un dise–o creador, etc.) aparecen m‡s frecuentemente en las obras
de divulgaci—n de muchos cient’ficos que en los escritos de los fil—sofos
postmodernos. Esta situaci—n de la que podr’an sacar beneficio mutuo las
ciencias, la filosof’a y, consiguientemente la teolog’a, ha tomado, en
ocasiones, rumbos poco fecundos. Tal es el caso del libro de Guitton.
Maravillado
ante los descubrimientos de la ciencia, se esfuerza por encontrar un nuevo
acercamiento filos—fico, que llama metarrealismo. Como planteamiento, ese
intento es positivo y laudable: la filosof’a se construye sobre el conocimiento
de la realidad y, si el momento actual nos ofrece en la ciencia una nueva
fuente de verdades acerca de las cosas, es procedente que la reflexi—n
filos—fica utilice esos conocimientos.
Pero
el desacierto de Guitton est‡ en haber partido de conceptos no claramente
entendidos en su significaci—n cient’fica y en haber situado la reflexi—n
filos—fica en prolongaci—n con la reflexi—n cient’fica, como si, avanzando la
ciencia, se transmutase en filosof’a. Los errores m‡s sobresalientes en este
sentido son: la identificaci—n del Creador con la energ’a primordial antes del
Big Bang (p. 29) y, por tanto, la concepci—n del Ser divino homogŽneo con lo
creado; la comparaci—n (m‡s all‡ de lo que podr’a ser una analog’a metaf—rica)
del campo cu‡ntico con el campo de conciencia; el paso directo de la percepci—n
de la finalidad en la naturaleza a una finalidad global y trascendente (pp.
35-60), que no es posible hacer leg’timamente nada m‡s que recurriendo a una
reflexi—n propiamente metaf’sica.
Se
trata, en definitiva, de un uso precipitado de la ciencia para llegar a conclusiones
filos—ficas y teol—gicas: un intento de car‡cter interdisciplinar, que no tiene
en cuenta suficientemente la respectiva autonom’a de los saberes que
intervienen. Existen ciertamente cuestiones que surgen de la ciencia y que
exigen respuesta, pero que, por su naturaleza, trascienden las competencias de
la ciencia.
3.
La parte cient’fica consiste en una exposici—n sintŽtica de las teor’as modernas
acerca del origen del universo, del origen de la vida, y en una descripci—n de
los constituyentes œltimos de la materia, tal como se deducen de los
experimentos de la f’sica de part’culas elementales. Es de f‡cil lectura para
un f’sico y para una persona con cierta cultura cient’fica.
Desde
el punto de vista doctrinal, la obra contiene afirmaciones confusas. La m‡s
importante es, quiz‡, cierta visi—n pante’sta: aunque el autor se–ala
expl’citamente la trascendencia de Dios, las explicaciones que ofrece llevan a
la afirmaci—n del pante’smo.
M.A.V.
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