GRAY, John: Liberalism, 1986.

(Liberalismo, Alianza Editorial, Madrid 1994, 158 pp.)

 

                  1. John Gray, desde la primera p‡gina del Prefacio, aclara: "escribo como liberal: no pretendo ubicar mi investigaci—n en ningœn terreno de neutralidad pol’tica o moral" (p. 7). Se propone exponer quŽ es el liberalismo, d—nde nace, c—mo evoluciona y hacia d—nde va. Por eso el libro tiene una parte hist—rica y otra conceptual. El liberalismo que, segœn Gray, es la teor’a pol’tica de la modernidad, no tiene una œnica naturaleza, pero s’ una serie de rasgos distintivos. En primer lugar, es individualista. Segundo, es igualitario, ya que procura tratar a todos imparcialmente. Luego, es universalista, estando por encima de circunstancias hist—ricas y culturales. Finalmente, es "meliorista", pues cree en la posibilidad de que todo mejore. As’, logra englobar en esta corriente a un conjunto de autores que, a pesar de otras importantes variantes, siguen las l’neas generales de esta tradici—n liberal. Desde su punto de vista, la œnica divisi—n que considera importante dentro del liberalismo es entre uno cl‡sico y otro moderno o revisionista. El es partidario de volver, como lo han hecho muchos otros, a la orientaci—n cl‡sica.

                  2. Quiz‡s el primer cap’tulo sea el m‡s descuidado de su libro, ya que en Žl procura rastrear antecedentes liberales hasta los antiguos griegos, aplic‡ndoles categor’as que resultan anacr—nicas, y demostrando un conocimiento muy poco profundo del pensamiento pol’tico de "Plat—n, y su disc’pulo Arist—teles" (p. 17), de los romanos y Cicer—n y del pensamiento cristiano. En los cap’tulos posteriores se nota m‡s s—lido. El primero de ellos (cap. 2) est‡ dedicado a las figuras de Thomas Hobbes, Baruch Spinoza y John Locke, en cuyo segundo tratado del gobierno civil cristalizan los elementos centrales de la visi—n liberal. Continœa (cap. 3) con el estudio del movimiento "garantista" francŽs de Guizot y Constant, el "constitucionalismo" norteamericano y los escritos de los fil—sofos sociales escoceses, especialmente Adam Smith. Es en la que Gray llama "era liberal" -el siglo XIX- (cap. 4) cuando aparece el liberalismo reformista, con pie en la ambigŸedad de John Stuart Mill. Nuevos principios redistributivos y la necesidad de dar respuesta a los problemas sociales llevan a la introducci—n de posturas intervencionistas, ajenas al liberalismo cl‡sico. En el siguiente cap’tulo, œltimo de la parte hist—rica del libro, expone el resurgimiento del liberalismo cl‡sico en nuestro siglo: Friedrich v. Hayek, Karl Popper, Isaiah Berlin, la Escuela austr’aca de econom’a en Londres y Estados Unidos, John Rawls, Robert Nozick y James Buchanan.

                  Comienza la segunda parte, "Filosof’a", analizando los posibles fundamentos de las doctrinas liberales. Plantea tres corrientes principales. La primera en desechar es la que sostiene la existencia de una ley natural de la que derivan derechos naturales. Ella, dice, "es incompatible con el empirismo moderno" (p. 77). Admitir un œltimo fin es admitir que algunas decisiones no pueden ser explicadas mediante un c‡lculo racional, lo que resulta inadmisible (p. 81). Segœn Gray, la autonom’a kantiana tampoco sirve como fundamento de los derechos porque encierra un concepto metaf’sico del yo, imagen desva’da del alma inmortal cristiana (p. 84). La segunda corriente, tambiŽn desechada, es el utilitarismo de J.S. Mill, que lleva a situaciones de restricci—n de la libertad injustas para el criterio liberal cl‡sico, en aras de la utilidad. La soluci—n ser’a la propuesta por la tercera corriente, la contractualista de John Rawls.

                  En el cap’tulo siguiente (7), sigue a Berlin en la exposici—n de dos conceptos de libertad: el predominantemente negativo de los cl‡sicos -no interferencia e independencia- y el positivo de los revisionistas -derecho a participar de las decisiones colectivas-. Gray se inclina por el primero, pero, tambiŽn con Berlin, sugiere que la autonom’a no puede conducir a un cuerpo de verdades objetivas, sino que s—lo exige la condici—n de admitir el libre ejercicio de la inteligencia. "Un hombre libre -dice Gray- es aquŽl que posee los derechos y privilegios para pensar y actuar aut—nomamente, para regirse a s’ mismo y no ser gobernado por otro. El contenido del sistema de libertades b‡sicas no necesita ser fijo o inmutable, pero s’ incorporar las condiciones necesarias, en una circunstancia hist—rica dada, para el fortalecimiento y el ejercicio de las facultades de pensamiento y acci—n aut—nomas" (pp. 96-97). La libertad individual requiere en concreto para su desarrollo, Žste es el tema del cap’tulo 8, las normas jur’dicas que defienden la propiedad privada y la econom’a de mercado. La relaci—n entre estos conceptos es constitutiva, no instrumental, sostiene Gray (p. 99). M‡s aœn, s—lo es posible el mercado competitivo en el ‡mbito de la sociedad liberal individualista (p. 108). Esto no supone, sin embargo (cap. 9, p. 114), que la forma de gobierno deba ser necesariamente la democr‡tica. S—lo se debe asegurar que el gobierno sea constitucional, es decir, que estŽ limitado en sus funciones por leyes y normas no menos estrictas que las que protegen un conjunto de libertades personales b‡sicas. El Estado es "un mal necesario permanente" que debe actuar lo menos posible (p. 125).

                  En el œltimo cap’tulo Gray analiza las dos formas principales de ataque al liberalismo, el socialismo y el conservadurismo. Con cautelas que impidan deslizarnos en sus fundamentos, se debe o’r esas cr’ticas y hacer algunas correcciones. "Los ataques conservadores y socialistas al liberalismo -dice el autor- desempe–an un papel esencial al ponernos en alerta sobre las imperfecciones del pensamiento y la sociedad liberales... En suma, la defensa de la sociedad liberal requiere que el pensamiento y la praxis liberales estŽn dispuestos a adoptar principios conservadores y radicales cuando as’ lo exijan los objetivos liberales, y las circunstancias hist—ricas en que se encuentren las sociedades liberales" (pp. 136-137).

                  3. La propuesta de Gray para el futuro es la instauraci—n de una sociedad liberal, tal como la pensaron los cl‡sicos de esta doctrina. ƒsta acepta un concepto del hombre como un ser capaz de forjarse una idea de lo que es una vida adecuada, sin que suponga una doctrina de la ÒperfectibilidadÓ humana o una visi—n œnica o compartida de los fines de la vida. Como lo ha expresado muy bien Alasdair MacIntyre, conjuga la privatizaci—n del bien con una Žtica de las normas que rigen la sociedad. Pero la duda que persiste es si esta escisi—n entre bien y normas no llevar‡ a una arbitrariedad en Žstas œltimas, y a un sometimiento de los indefensos por los m‡s poderosos. Privatizado el bien, su imposici—n generalizada es autoritaria, pero como siempre las acciones tienen un contenido, ser‡n guiadas necesariamente por "valores" que ser‡n extra–os al bien y constituidos a travŽs de un mero ÒdecisionismoÓ humano.

 

R.F.C.

 

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