GEHLEN, Arnold: Philosophische
Antropologie und Handlungslehre.
1. Los estudios recogidos en este volumen tienen por objeto al hombre y su
acci—n. Gehlen expone su tesis central, el ser del hambre es el ser mismo de
la acci—n, apoy‡ndola en los resultados emp’ricos de las ciencias
biol—gicas y de las ciencias de la cultura.
2.
El origen de esta tesis, en cambio, no es emp’rico sino filos—fico. Se funda en
la f—rmula nietzscheana del hombre como Çanimal no definidoÈ, es decir como un
proyecto de la naturaleza que, abandonado a una falta de especializaci—n
constitutiva, se configura, segœn la conocida expresi—n de Herder, en Çfin para
s’ mismo y meta de la propia elaboraci—nÈ. Junto al influjo de estos autores,
tambiŽn pueden descubrirse algunas ideas directrices de la antropolog’a de
Scheler, especialmente lo que se refiere a la distinci—n entre mundo (Welt) y ambiente (Umwelt), pues -segœn Gehlen- en
el hombre, a diferencia de los animales, se da siempre un mundo y nunca un
ambiente.
Inadaptado,
sin especializaci—n y caracterizado por un primitivismo en su constituci—n
org‡nica, el hombre se ve obligado -en opini—n de Gehlen- a superar las condiciones
naturales a travŽs de una desarrollad’sima capacidad de compensaci—n; s—lo de
este modo un ser amenazado y fr‡gil como el hombre puede dar la vuelta a las carencias
encontradas convirtiŽndolas en algo œtil para la vida. La antropolog’a de Gehlen
relaciona esta necesidad de sobrevivir en condiciones adversas con el proceso central
de la emancipaci—n, deducible ya de la misma
estructura sensorial del hombre. La apertura del hombre al mundo -apertura,
para la vista, de amplios horizontes mediante la posici—n erecta- constituye,
para Gehlen, la ra’z de la emancipaci—n.
Sin embargo, la superaci—n del ambiente animal no se realiza completamente a
travŽs de la vista, pues Žste es un sentido t’picamente animal, sino a travŽs
de la sublimaci—n del sentido del tacto (sentido simb—lico-perspectivista) en
el lenguaje. Mediante el lenguaje las necesidades vitales pueden ser puestas
entre parŽntesis, objetivadas, articuladas lingŸ’sticamente y refinadas en
estilizaciones.
La
emancipaci—n, si bien es necesaria para superar el ambiente animal, conduce sin
embargo a una existencia oscilante, debido a la multiplicidad de est’mulos, y,
en consecuencia, hace aparecer la necesidad de instituciones sociales. La
funci—n de Žstas es, segœn Gehlen, la de imponer al individuo una econom’a
ÒpulsionalÓ. La cultura aparece as’ como una coerci—n de las ÒpulsionesÓ, que
es necesaria para la supervivencia del hombre.
3.
La intenci—n de esta obra, como tambiŽn lo era la de otra obra suya precedente
y m‡s conocida (El hombre, publicada en 1940), es
ofrecer una imagen unitaria del hombre. Con este fin, elige como punto de
partida la acci—n, concebida por Gehlen como unidad de ejecuci—n. Est‡ convencido de que se trata de una categor’a Çpsicof’sicamente
neutraÈ, en cuanto que en la acci—n confluyen in actu todas las esferas del hombre, por lo que no se puede hablar de una
separaci—n entre los diversos estratos de la personalidad.
Gehlen
tiene raz—n en elegir la acci—n como tema de estudio antropol—gico, pues en
ella se da la unidad de la esencia del hombre. Por otra parte, los an‡lisis que
hace de la acci—n -especialmente los referentes a la existencia de un hiato entre impulso y satisfacci—n del mismo- est‡n llenos de rigor cient’fico y
de una formidable potencia especulativa. Asimismo es muy acertada la separaci—n
que establece entre los instintos de los animales y la acci—n humana. Sin
embargo se equivoca cuando pretende hacer de la acci—n el œnico objeto de la
antropolog’a: Gehlen reduce el hombre a sus productos culturales. La cultura,
lo mismo que el esp’ritu, tienen un significado y una funci—n puramente
biol—gicos. El esp’ritu no es ni una substancia ni un co-principio del ser
humano, sino que es un Ç—rgano de orientaci—n, as’ que resulta imposible
introducir una sustancia interior, el alma, caracterizada principalmente como
"cogito"È (p. 69). La conciencia aparece, pues, como aquello que hace
posible la acci—n. En definitiva, Gehlen rechaza como categor’a antropol—gica
el esp’ritu o alma.
Esta
visi—n biol—gica del hombre -en la que se incluye la conciencia- le lleva a
considerar las religiones como un producto imperfecto de la conciencia humana,
porque Žstas no son sistemas de interpretaci—n del mundo y de
autointerpretaci—n necesarios y suficientes. Por esta raz—n -concluye-, Çlas
religiones no son poderes de direcci—n del individuo o de una entidad pol’tica
necesarios y suficientes y la moral y la pol’tica pueden ser fundadas
"naturalmente"È (p. 78). El œnico valor que atribuye a la religi—n es
la de aportar, por medio de la fe, motivos m‡s profundos y casi indestructibles
para seguir viviendo: Çla religi—n de la impotencia est‡ por esto al servicio
de la vida y de la fantas’a del hombre, es una fuerza que favorece la vida, que
empuja hacia el futuro, que se opone a la resignaci—nÈ (p. 79).
Aunque
el enfoque de la antropolog’a de Gehlen es incorrecto, el especialista
encontrar‡ valiosos datos emp’ricos y agudas interpretaciones.
A.M.
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