FUSCO, Renato DE: L'Idea di
Architettura. Storia della critica da Viollet-le-Duc a Persico, Etas
Kompass SPA, Milano 1968.
(La idea de la
Arquitectura. Historia crítica desde Viollet-le-Duc a Persico, Ed. Gustavo
Gili, Barcelona 1976)
1.
Al inicio de este ensayo el autor expone el propósito de su obra: la actividad
constructiva se encuentra en el cruce de numerosos y a menudo
heterogéneos intereses. Quizá únicamente una interpretación estético-crítica de
los fenómenos arquitectónicos nos permita entender globalmente muchos de esos
intereses (p. 7). La obra del autor se presenta pues enfrente del
enfoque marxista clásico (Hausser, por ejemplo) que considera el arte y la
correspondiente reflexión estética como epifenómenos de una actividad técnica
gobernada por las leyes de la producción. Más bien al contrario. Para De Fusco
la Arquitectura, aunque influida sin duda por la técnica, es entendida de un
modo más completo cuando se ve predominantemente desde la estética que la
sustenta y desde la crítica arquitectónica; de este modo se puede conseguir, además,
una visión más inclusiva de los aspectos pluralistas de la realidad.
2.
El título expone también con claridad el contenido de la obra; se trata de aproximarse
a la idea de la Arquitectura desarrollada desde mediados del siglo XIX hasta el
final de la Segunda Guerra Mundial. Se investiga por tanto la formación del Movimiento
Moderno; y esa investigación es realizada a través, principalmente, de la
crítica de la Arquitectura, con especial atención a la desarrollada por los
propios arquitectos.
El
primer capítulo se dedica específicamente a Viollet-le-Duc y Rusquin. Subraya
en el primero su superación del historicismo y eclecticismo del XIX, mediante
un racionalismo calificado por el autor de cartesiano; la belleza como forma
más eficiente de satisfacer una necesidad; y el gusto y el sentimiento como
razonamiento inconsciente. En cuanto a Rusquin, es presentado de acuerdo con la
historiografía clásica del Movimiento Moderno como precursor de la crítica
sociológica de la Arquitectura.
Los
dos siguientes capítulos analizan, respectivamente, la cultura de la Einfühlung
(empatía simbólica) tal como fue formulada, entre otros, por Lips y Wörringer,
y la estética de la pura visualidad de Fiedler, Riegl y Wölfflin. En ambos
casos se señalan las interrelaciones entre unas y otras teorías y, sobre todo,
la influencia directa e indirecta de esas estéticas en la idea de la Arquitectura
y en los pioneros del Movimiento Moderno.
El
cuarto capítulo estudia con cierto detenimiento las relaciones entre las poéticas
figurativas desarrolladas en este periodo por la pintura y la obra
arquitectónica. No se limita el autor a presentar las opiniones habituales en
la historiografía, sino que formula y argumenta su propia visión.
La
crítica sociológica de la Arquitectura ocupa el quinto capítulo, el más extenso
(unas 50 páginas de un total de 216). Recorre así, desde Morris y la Escuela de
Chicago, prácticamente todas las corrientes arquitectónicas que preceden y
forman el Movimiento Moderno. Resultaría laborioso dar una visión completa del
juicio del autor; podría resumirse que valora de un modo especial los
planteamientos de carácter socialista presentes en los distintos autores y
corrientes y, al mismo tiempo, señala sus límites y contradicciones. En cuanto
a su valoración del marxismo, sin descalificarlo, señala los límites de la
formulación de Marx y Engels, que posponen cualquier reforma en la arquitectura
y el urbanismo al logro de la nueva sociedad; da más valor a los intentos de la
Vanguardia rusa antes de su condena por Stalin.
El
último capítulo está dedicado a la crítica arquitectónica italiana. Inicia su
estudio a comienzos del siglo XX con unas reflexiones sobre la estética de
Croce. También aquí el interés del autor se centra en los paralelismos y
antinomias existentes entre la estética -en este caso la crociana- y el
Movimiento Moderno. Tras un estudio del futurismo, se analiza el modo en que es
recibido e interpretado el racionalismo arquitectónico en el periodo prebélico,
en especial en Pagano (director de Casabella y crítico de la situación política
desde el interior del fascismo) y en Persico (un joven arquitecto, redactor de
la misma revista y antifascista, muerto en un campo de concentración en 1943).
3.
El ensayo tiene indudable interés. Se trata, como se ha reseñado, de un estudio
estético crítico del Movimiento Moderno, y planteado desde un cierto eclecticismo,
en el sentido más noble del término, es decir, procurando valorar los distintos
aspectos de la cuestión desde la perspectiva de la propia Arquitectura.
Especial interés presenta para la comprensión del modo en que fue asimilado el
racionalismo arquitectónico en Italia, aunque se trate de un tema de tal
complejidad -sobre todo por sus implicaciones políticas- que no puede
resolverse en las páginas que el autor le dedica.
4.
La valoración doctrinal de esta obra debe considerar su mismo planteamiento.
Por una parte la presentación de las distintas estéticas sólo recibe una
crítica externa, desde la Arquitectura, no interna ni filosófica; por otra
parte su eclecticismo no permite -tampoco en el ámbito puramente
arquitectónico- descalificaciones radicales. En este sentido, las filosofías
sustentadoras de las distintas estéticas no reciben especial atención ni
crítica. Por ejemplo, ante la consideración del arte autónomo, presente en la
mayoría de los autores expuestos, se llama la atención sobre el modo en que cada
caso se consigue el compromiso social del arte, o por el contrario da lugar al art
pour l'art (p. 92); sin embargo, no se plantea la fundamentación
filosófica de esas estéticas.
Quizá
un aspecto que se debe también tener presente es su actitud ante la crítica
marxista. Sus formulaciones de índole general y sus juicios sobre cada una de
las corrientes se apartan claramente, no sólo de los planteamientos originales
marxistas, sino también de los desarrollados por sus contemporáneos italianos.
Sin embargo, su localización en la cultura italiana -mayoritariamente dominada
en su campo y en los años en que escribe por los autores marxistas- le mueve a
evitar una posición más combativa.
La
presentación del pensamiento de Persico -católico de formación crociana y
antifascista- puede resultar el aspecto más confuso desde el punto de vista
doctrinal. Persico se consideró siempre católico, y era su catolicismo lo que
le movía a actuar en la dirección de la libertad, tanto en política como en la
crítica arquitectónica; la presentación que hace el autor no permite formarse
un juicio de valor sobre la ortodoxia de este arquitecto, y algunas de las
opiniones que transcribe -por ejemplo el comentario que le atribuye uno de sus
amigos: yo, desgraciadamente, soy católico (p.
211)- resultan especialmente confusas.
J.L.V.
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