FUSCO, Renato DE: Architettura come mass medium. Note per una semiologia architettonica, Dedalo libri, Bari 1967.

(Arquitectura como "mass medium". Notas para una semiología arquitectónica, Anagrama, Barcelona 1970)

 

                  1. El autor trata de desarrollar una crítica arquitectónica que suponga al mismo tiempo una teoría del diseño. El título de la obra manifiesta la dirección de ese intento: considerar la Arquitectura como un medio de comunicación de masas, y detectar desde esa perspectiva los medios que permitirán dotarla de un código semántico.

                  2. El ensayo se desarrolla en seis capítulos y una introducción. En cuatro de ellos se estudian, siempre desde la perspectiva señalada, los problemas presentes en la Arquitectura -especialmente en la italiana- en la década de los sesenta: la crisis en la pretendida relación causal entre función y forma; la desorientación ideológica de la Arquitectura ante la evolución de las vanguardias y del realismo social; la contraposición entre lo antiguo y lo moderno, y las propuestas para la conservación del ambiente histórico de las ciudades; por último, los criterios de la valoración de la Arquitectura moderna.

                  Otros dos capítulos formulan de un modo más directo en qué sentido ha de entenderse la Arquitectura como un "mass medium" (el tercero) y las bases para una semiología de la Arquitectura (el último).

                  3. El autor realiza un considerable trabajo de recopilación y, relativa, sistematización; los resultados son presentados -el mismo subtítulo ya da razón de ello- como provisionales, más como una dirección de investigación y diseño, que como establecimiento de una teoría. La obra tiene una doble interés: por una parte facilita el estado del pensamiento arquitectónico italiano en la década de los sesenta; por otra supone la traducción al ámbito cultural italiano de las corrientes arquitectónicas semiológicas desarrolladas en el mundo anglosajón.

                  La principal novedad de esta traslación se encuentra en la dimensión social y política que el autor da a esta concepción de la Arquitectura. Para ello procura determinar las características de la cultura de masas, y las posibilidades de intervención por parte de los usuarios y de los arquitectos. La interpretación final se aleja de los juicios negativos de la escuela de Frankfurt; inscribe esta cultura dentro de la crisis ideológica y recoge la necesidad de que la política se oriente en el sentido de facilitar cauces para la intervención de los ciudadanos en la formulación de esa cultura de masas.

                  En ese contexto el autor acude, por una parte, a la semiótica norteamericana y, por otra, a Roland Barthes. La Arquitectura es entendida como una “logotécnica” -en el sentido que Barthes da a este término en su semiología- es decir, una lengua creada por un grupo dirigente. Pero esa logotécnica no es totalmente arbitraria, ni queda plenamente en manos de sus creadores; los usuarios tienen un papel en su aceptación o rechazo, y de ese modo pueden intervenir eficazmente en su formulación.

                  La construcción de la semiología arquitectónica requiere la vuelta a los principios establecidos por Saussure, convenientemente reelaborados; en este sentido el autor aboga por un estructuralismo lingüístico, y no simplemente simbólico y estético. Por ello, tras repasar los estudios realizados en Italia en los años anteriores, formula las bases teóricas de su propuesta. En este punto tiene importancia la diferenciación que el autor recoge y replantea entre “artisticidad” general y emergencia artística; en otras palabras, entre construcción y Arquitectura; o, en el planteamiento crociano, entre literatura y poesía. De Fusco no limita la consideración de la Arquitectura a las obra de arte y, en consecuencia, plantea la necesidad de estudiar la Arquitectura en el plano de la “artisticidad”.

                  4. Son relativamente abundantes a lo largo de la obra las referencias a autores marxistas (Adorno, G.C. Argan), aunque sus planteamientos son siempre matizados y, en el caso de G.C. Argan, claramente rechazados (es significativo al respecto la apreciación de prejuicio integrista con que el autor califica el laicismo expresado por Argan al criticar la iglesia de Rochamp, de Le Corbusier). Se trata en la mayoría de los casos de críticas pragmáticas, formuladas desde un cierto eclecticismo, pero en definitiva críticas.

                  En cuanto a la asunción de Barthes, no supone la deshumanización que ese autor plantea en algunas de sus obras; más bien, puede afirmarse que las notas semiológicas que presentan evitan el reduccionismo presente en la mayor parte de la lingüística estructuralista; hay una llamada clara a la necesidad de considerar el sujeto. En este sentido, el imaginario colectivo al que en ocasiones se refiere como corrector de las propuestas de los grupos dirigentes, es presentado siempre en los usuarios concretos.

                  Sin duda puede deducirse de la obra el agnosticismo del autor, no tanto por sus formulaciones positivas, como por la ausencia de valores trascendentes. No hay, sin embargo, referencias antirreligiosas, y las consideraciones a los valores simbólicos de las religión, aunque establecidas en paralelo a los mito-poéticos, no parecen incompatibles con una religión revelada.

 

J.L.V.

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