FERNANDEZ FLOREZ, Wenceslao: Las siete columnas
1. Empieza el autor presentando al eremita Acracio en amistoso diálogo con el demonio, que está aburrido porque en el mundo ya nadie le hace caso.
Escribe después siete capítulos en los que se adivinan, más o menos acentuadamente, las sombras de los siete pecados capitales.
A continuación reaparece Acracio, que ruega a Satanás para que sean retirados del mundo los siete pecados capitales. El demonio accede a la petición. A esto siguen otros cinco capítulos, consagrados a describir el estado de ruina, de apatía y aburrimiento en que vienen a caer los personajes de la novela al desaparecer las "siete columnas" que eran el fundamento de su vida y sus actividades.
El relato termina narrando una peregrinación a la Montaña Negra para invocar a Satanás y pedirle que suelte nuevamente a las siete fieras que tiene encadenadas, y sin las cuales la existencia se hace imposible..., uniéndose a la peregrinación incluso el propio eremita.
Para endulzar un poco el tono de amargo pesimismo de que está impregnado casi todo el argumento del libro, el autor muestra antes de la escena final un diálogo entre Florio Oliván y Acracio: el primero enumera y comenta los bienes y estímulos que, a su juicio, ha perdido la Humanidad con la ausencia de los pecados; y el segundo le va refutando brevemente, hasta terminar con un párrafo, en el cual, después de reprochar a su interlocutor por otorgar carácter de permanencia "a lo que sucede en este inapreciable y fugitivo instante de la eternidad", añade: "Quizá todos los hombres y todas la civilizaciones que hasta hoy pudieron contarse sobre la tierra se hayan nutrido del mal con la crueldad por todo freno, la codicia por guía, la soberbia por consejera, la envidia por acicate, mancillando el amor, adulando al fuerte, glorificando a Caín, humillándose a Creso...; lo cual no significa que en el misterio profundo de los siglos que han de venir no pueda llegar a darse una civilización venturosa, junto a la cual sea estremecedora barbarie la actual. Hay algo que anuncia la realidad de esa dicha remota: nuestro deseo de que sobrevenga. Todo lo que les ha sucedido a los hombres fue antes un deseo de los hombres". Y, en último extremo, aunque esa era feliz no hubiera de llegar nunca "habría que continuar aguardando su advenimiento, como el único medio de alejar la desesperación de los que comprenden y sufren la maldad, el error, la injusticia y las concupiscencias humanas...".
2. Desde el punto de vista que inicialmente adopta Fernández Flórez, en el desenvolvimiento de la vida actual, el mal aparece como necesario; la Humanidad se consumiría de hastío y de aburrimiento si le faltasen "las siete columnas" que sustentan el edificio de toda civilización: los siete pecados capitales.
La tesis expuesta en el diálogo recogido al final del resumen, y que Fernández Flórez —en el prólogo de sus "Obras completas"— define como la moraleja de la novela, no es más que una pía declaración de la religión como recurso para vivir, a la espera de tiempos mejores, pues no contempla la posibilidad de otra vida sino la "venida del reino" a esta tierra.
L.N.
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