CUADRA, José DE LA: Horno: La Tigra, 1932
1. De la Cuadra (1903-1941) fue escritor, abogado, profesor y diplomático ecuatoriano. Pertenece al "Grupo de Guayaquil" que inició, en la década de 1930, la nueva narrativa ecuatoriana. El lema del grupo era: La realidad y nada más que la realidad. Recoge elementos veristas, naturalistas, y manifiesta una preocupación principal por los aspectos sociales. En sus cuentos ofrece al lector descripciones de paisajes, tanto urbanos como campestres, y subraya lo característico de animales y plantas de la costa ecuatoriana. No obstante estos elementos, las narraciones se centran en el hombre, sus costumbres y tradiciones, sus anhelos, pasiones y miserias. Hay una honda crítica social que denuncia la explotación de los gamonales sobre los indios de la sierra, y de los hacendados sobre los montubios de la costa.
2. Salvo algunos cuentos cortos, en la mayoría de sus obras campea un ambiente sensual que, si bien no se detiene en descripciones morbosas, lo inunda todo y en ocasiones constituye la trama de la narración. Las violaciones, adulterios y, en general, la vida sexual instintiva que De la Cuadra atribuye a los montubios, no merece del autor ninguna desaprobación ni aprobación moral. Simplemente deja constancia de un hecho social. En sus páginas hace frecuentes referencias "a hombres de Iglesia" que viven deshonestamente.
3. La Tigra es, sin duda, el cuento mejor logrado de Cuadra. Pinta en él un tipo de mujer que no es excepcional en aquellos lugares remotos de las regiones de Manabi, el Guayas y los Ríos, donde a veces grandes haciendas con sus pobladores, los señores y la "peonada", al borde de las selvas, se encuentran sin contacto alguno con el mundo civilizado. Cuando falta el hombre propietario y jefe de la hacienda, no es raro que de su familia surja una mujer dura y brava, capaz de asumir las funciones masculinas y aún de aventajar al varón en despotismo. Es el caso de Francisca, "niña Pancha" o la Tigra. A sus dieciocho años, una noche, unos ladrones entraron en la casa de la hacienda para robar. Matan al padre, Don Baudillo, y a su mujer, Doña Jacinta. Francisca, la hija mayor, toma un rifle, mata a los cinco ladrones y queda al frente del predio Miranda, junto con sus hermanas Juliana y Sarita. El predio está metido en la jungla, a cuatro días de camino, por un sendero lleno de culebras, del pueblo más próximo, Balzar.
4. Niña Pancha es temida por todos, tanto que muy pronto la rebautizan con el sobrenombre de La Tigra. Monta a caballo, maneja el machete, tira con maravillosa puntería, lucha con los toros... Cuando algún individuo de la indiada intenta marcharse de la cantina sin pagar, lo caza a tiros. En las jocundas fiestas que celebra el caserío, se divierte haciendo bailar a los campesinos disparándoles a las piernas, y, una vez ebria, terminan en actos lujuriosos, que se narran sin mayores detalles. Las frecuentes visitas de viajeros, que se hospedan en la casa de las Miranda, terminan siempre en escenas inmorales. Ella y su hermana Juliana comparten el mismo género de vida, no así la hermana pequeña, adolescente, Sarita, a quien no le permiten ninguna expansión, encerrándola en su habitación cuando celebran sus diversiones. El secuestro es causado por un hechicero, que les ha dicho que la única manera de salvarse del infierno, sea cualquiera la clase de vida que lleven, es conservar la virginidad de su hermana menor. Un viajero que se había enamorado de Sarita descubre algo raro en su involuntaria reclusión, da informes a las autoridades, que mandan agentes judiciales y gendarmes en distintas oportunidades. Pero todas estas inspecciones suelen resultar inútiles. Los crímenes quedan impunes. Policías y gendarmes o son fácilmente sobornados o la Tigra no se da por vencida y responde a tiros —con sus peones— a las fuerzas del orden, cuando envían por último un piquete armado. El cuento termina con un informe de la policía, donde se da cuenta del fracaso de su misión.
M.F.—L.N.
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