CHAFUEN,
Alejandro A.: Christians for Freedom: Late Scholastic Economics,
Ignatius Press, San Francisco 1986, 207 pp.
(Economía y
ética. Raíces cristianas de la economía de libre mercado, Rialp, Madrid
1991, 205 pp.)
1.
El Dr. Chafuen ha enseñado en la Universidad de Buenos Aires y Católica Argentina,
además de realizar investigaciones en Estados Unidos y España.
El
contenido del libro se ajusta al subtítulo de la edición original: un estudio
del pensamiento económico de la escolástica tardía. La investigación es muy
buena y profunda y pone a la luz el sorprendente avance a que llegaron estos
pensadores en materia económica: la incoación de la teoría subjetiva del valor,
sus ideas sobre la determinación de los precios, su visión ortodoxa de las
finanzas públicas, su avanzada teoría monetaria; en general, advirtieron el
importante papel de la voluntariedad libre en la decisión económica. El estudio
de estos autores le permite además hacer precisiones muy útiles, como cuando
aclara, contra una visión más abarcante, que la justicia distributiva se ciñe a
los bienes comunes (p. 189), en coincidencia con la visión aristotélica de
dicha virtud (EN, 1130b, 30-3). También son interesantes sus tesis respecto a
la influencia de esta escolástica en los economistas clásicos.
Sin
embargo, se descubre cierta disconformidad entre el título de la edición castellana,
Economía y Etica. Raíces cristianas de la economía de libre mercado, y el contenido del libro.
2.
El planteamiento de la incompatibilidad entre libre mercado y catolicismo es,
en rigor, fruto de la ignorancia sobre el correcto papel del primero. El tema
está muy claro. La Iglesia siempre ha alabado la libertad, que permite al
hombre el desarrollo necesario para alcanzar su fin último y su bien común en
la sociedad. Esta libertad y el libre mercado –una expresión suya en el ámbito
económico- no son valores supremos, sino útiles mecanismos al servicio de esos
valores. No se puede transformar al instrumento en primer principio,
absolutizar el método, tal como ha sido práctica en la modernidad (Cfr. Daniel
Innerarity, Dialéctica de la modernidad,
Rialp, Madrid 1990, pp. 18-20). Independientemente de que sea o no católico, el
hombre debe usar de su libertad, no como una pura indeterminación que lo
capacita para cualquier opción, sino como libertad moral, como una autodeterminación
para el bien, pues gracias a ella puede acercarse o alejarse de su fin. Es,
precisamente, la pérdida del sentido de finalidad de la filosofía latente en el
pensamiento de los "economistas liberales positivistas" a los que se
refiere Chafuen (p. 41), lo que los lleva a terminar haciendo del método un
fin, del mercado un absoluto. "Cuando se pierde de vista el orden de los
fines -dice Alejandro Llano (El futuro de la libertad, EUNSA, Pamplona 1985, pp. 126-127)- la libertad misma se hace medial y,
por tanto, se funcionaliza. Se ha absolutizado el orden de los medios, lo que
implica una marginación del uso ético de la libertad, consistente en la
ordenación de los medios naturales o técnicos a los fines propiamente
humanos...". Para defender la libertad no hace falta acudir a la
escolástica tardía y, para demostrar su compatibilidad con el catolicismo,
tampoco. La religión de Cristo no se opone a ninguna realidad humana noble, su
gracia se apoya sobre la naturaleza. Basta con precisar el correcto sentido de
la libertad y hacer uso de ella.
Juan
Pablo II, en la Enc. Centesimus annus,
ha hablado sobre la idea que la Iglesia siempre ha tenido de la libertad:
"La libertad (...) es valorizada en pleno solamente por la aceptación de
la verdad". ¿Se puede decir que la respuesta al fracaso del comunismo sea
el capitalismo?, se pregunta el Papa; y responde: "La respuesta obviamente
es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce
el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad
privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción,
de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta
ciertamente es positiva, aunque quizá seria más apropiado hablar de «economía
de empresa», «economía de mercado», o simplemente «economía libre». Pero si por
«capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico,
no esté encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de
la libertad humana integral y la considera como una particular dimensión de la
misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente
negativa". La libertad económica es elemento de la libertad humana, que
debe estar a su vez en función de la persona y del bien común. Este derecho a
la libertad económica es amplio, muchas veces más de lo que realmente es
posible, pero no se basa en el valor de la libertad formal por sí misma, como
principio absoluto del individuo autónomo, sino en su capacidad de ser herramienta
eficaz para conseguir los verdaderos fines del hombre.
El
mismo autor advierte que, aunque haya habido pensadores católicos con estas
ideas, íntimamente ligadas a su pensamiento filosófico y teológico, ello no
significa que esa opinión sea la correcta (pp. 25-27). Cabe incluso agregar
más: tampoco ello significa que no haya dicha incompatibilidad, ya que este
tema se resuelve de otro modo. Sólo daría a entender que de algún modo la doctrina
escolástica puede apoyar la compatibilidad entre catolicismo y libre mercado,
cuando intenta demostrar -a veces un poco rebuscadamente- su influencia en las
escuelas económicas, o cuando insiste en el gran interés que tiene en este tema
debido "a la existencia de ese gran número de amantes de la libertad
económica que se sienten consternados al contemplar que estas ideas no
encuentran cabida en la doctrina de la Iglesia" (p. 26).
En
otro orden de cosas, hace en el capítulo segundo una interesante caracterización
de la economía y de sus relaciones con la ética. En cuanto a lo primero,
resulta acertado al señalar, siguiendo a Kirzner, que el objeto material de la
economía es el actuar humano. Es en cambio muy amplia la definición de su
objeto formal que, con Murray Rothbard, dice que es "la deducción de las
implicaciones lógicas de la acción humana" (p. 43).
En
cuanto al segundo tema, las relaciones economía-ética, el desconocimiento de
algunas ideas filosóficas, hace que su visión no sea del todo adecuada. Niega
en primer lugar la normatividad de la economía (p. 40). Pero esto no significa
que el saber económico quede absolutamente fuera del ámbito de la ética, ni que
la economía no sea normativa, pues hay una normatividad económica, no ética:
para alcanzar un resultado económico, el saber respectivo señala tales y cuales
medios de acuerdo a sus leyes. La idea de la normatividad atada a una
racionalidad económica remite al hecho de que los actos económicos son humanos
y libres y por tanto sujetos -no el saber sino los actos mismos- a las normas
éticas. En cuanto al saber económico, sucede lo que con la mayoría de los
saberes humanos, sus principios son las conclusiones de otros superiores.
Concretamente, la economía comienza en las conclusiones de la antropología
filosófica -que dice cómo es el hombre y cuál es su fin- y de la ética -que
dice cómo debe comportarse para alcanzarlo- (la moral no es una "filosofía
de las costumbres", como dice Chafuen citando a Ferrater Mora -p.38-), lo
que supone una “subalternación” a ellas. La economía, como saber humano, no
puede prescindir de estos principios; siempre hay una filosofía más o menos
explícita detrás del pensamiento económico. Respecto a estos temas la opinión
de Alejandro Chafuen no es del todo clara. Niega la subordinación de la
economía a la ética y habla de una influencia entre ambas. Por supuesto que
admite, en cambio, que a nivel de juicio o actividad económica, el economista
debe acudir a las enseñanzas éticas. También se podrían hacer varias precisiones
cuando se refiere a la influencia de la ley natural en la economía.
3.
Concluyendo, el libro resulta muy interesante en cuanto investigación de la historia
de las doctrinas económicas, ya que descubre una rica tradición en la
escolástica tardía. Pero resulta confuso cuando pretende ir más allá de esto, e
intenta sacar conclusiones de carácter doctrinal.
R.F.C.
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