BARAUNA, Guillermo (d.); y OTROS: La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Const. Conciliar sobre la Iglesia, 2 vol., Flors, 3ª ed., Barcelona 1968
1. Obra colectiva llevada a cabo por cincuenta y siete autores, en buena parte peritos del Concilio, publicada simultáneamente en siete idiomas. Fue el primer trabajo extenso sobre la Constitución dogmática Lumen gentium, pero no se trata de un comentario en sentido estricto, sino de una serie de estudios sobre la Iglesia haciendo referencia al texto conciliar. En conjunto, se tratan casi todos los temas centrales de la eclesiología.
2. Después de la Introducción, se presenta el texto de la Lumen gentium en latín y en castellano. La primera parte del libro, que comprende unas 160 páginas, está constituida por siete estudios (O. Rousseau; U. Betti; Ch. Moeller; B. Kloppenburg; A. Grillmeier; O. González-Hernández) sobre los "presupuestos histórico-teológicos de la Constitución", que encuadra las enseñanzas del documento en el contexto teológico actual, señalando sus aportaciones y enfoques más importantes.
3. La segunda parte, que constituye el núcleo principal del libro y comprende más de 900 páginas, está formada por cuarenta y cinco estudios distribuidos según el orden de los capítulos de la Lumen gentium. Treinta y tres de ellos se destinan a sus tres primeros capítulos.
a) "El misterio de la Iglesia": recoge los trabajos de B. Rigaux, L.R. Cerfaux y T. Strotmann, centrados en la exégesis bíblica; y los estudios de Teología dogmática de M. Philippon, Ch. Journet, P. Smulders, J. Dupont y K. Rahner.
b) "El Pueblo de Dios": contiene las colaboraciones de O. Semmelroth, E.J. de Smedt y B. van Leeuwen. Respecto a la unidad de la Iglesia escriben J.L. Witte y E. Zogby. Otros trabajos, sin aparente unidad entre sí, pertenecen a G. Martelet, H. Schürmann, O. Karrer, B. Neunheuser y G. Baum. Sobre la relación de la Iglesia con los no cristianos se centran los estudios de B.Ch. Butler, G. Thils y M.J. le Guillou.
c) "La constitución jerárquica de la Iglesia": es tratada por M. Löhrer, L. Lécuyer, J. Ratzinger, U. Betti, J.C. Groot, S. Lyonnet, J. Hajjar, G. Dejaifve, J. Giblet, A. Kerkvoorde y P. Winninger.
d) "Los laicos en la Iglesia": estudios de E. Schillebeeckx, M.D. Chenu, C. Koser y M. Gozzini.
e) "Vocación universal a la santidad": ensayos de M. Labourdette e I. Iparraguirre.
f) "Los religiosos en la Iglesia": artículos de R. Schulte, J. Daniélou y G. Huyghe.
g) "La Iglesia escatológica": contiene un solo artículo de P. Molinari.
h) "La Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia": G. Baraúna y J. Galot son los autores de los correspondientes estudios.
3. La tercera parte estudia "La Constitución desde el punto de vista del ecumenismo". Está compuesta por seis artículos de autores varios: B. Lambert (católico); A. Scrima (ortodoxo); J.N.D. Kelly (anglicano); P. Meinhold (luterano); H. Ott (luterano-reformado) y W. Küppers (vetero-católico). A modo de epílogo, Y.M. Congar hace un balance tanto del valor doctrinal de la Constitución conciliar, como del contenido del libro.
4. En conjunto, la presente obra tiene valor científico, aunque hay notables diferencias entre las diversas colaboraciones. Algunos trabajos no son completos, por no haber estado al alcance de los autores toda la documentación conciliar, promulgada en fecha posterior a la elaboración del libro: por ejemplo, los que tratan sobre las relaciones Iglesia-mundo contemporáneo, el sacerdocio, el apostolado de los laicos, el ecumenismo, etc.
En otros artículos, el libro se resiente del clima aún vivo de discusiones respecto a los temas tratados (cfr. O. Rousseau, A. Grillmeier y O. González-Hernández).
5. Desde un punto de vista doctrinal sucede algo parecido a lo apuntado sobre el valor científico de los trabajos. La mayor parte son correctos; algunos, sin embargo, presentan inconvenientes de mayor o menor relieve. En varios artículos se manifiesta un sentido de autoinculpación al analizar la historia de la Iglesia (cfr. A. Grillmeier, O. González-Hernández, B. van Leeuwen, J.L. Witte y K. Rahner) —las expresiones que se utilizan no tienen suficientemente en cuenta la santidad de la Iglesia (cfr. Const. Lumen gentium nn. 4, 8, 12, 25 y 39)—; y también, una consideración ambigüa de los errores doctrinales y aun de los motivos cismáticos como "enriquecedores" de la autoreflexión de la Iglesia (cfr. O. Rousseau, B. van Leeuwen; K. Rahner y B. Lambert).
6. Algunos trabajos que presentan inconvenientes:
a) K. Rahner, "El pecado en la Iglesia" (pp. 433-448): plantea la necesidad de una "eclesiología sobre la Iglesia pecadora". Considera a la Iglesia, fundamentalmente, como conjunto de fieles que tienen —por el bautismo— asegurada la gracia de Dios: son santos ontológicamente; pero como todos los fieles son también pecadores, el pecado de éstos afecta necesariamente a la Iglesia, que es "comunidad de pecadores, Iglesia pecadora". "Si creyéramos que el pecado de sus miembros no afecta a la Iglesia, ésta no sería realmente el Pueblo de Dios, sino una entidad meramente ideológica, con un carácter casi mitológico" (p. 446): "se convierte en una especie de 'hipóstasis', en una 'entidad' que existe en sí misma, y que se contrapone al Pueblo de Dios como maestra y 'directora'" (p. 436). "De acuerdo con lo antes expuesto, deberemos concluir que Dios da esa santidad a la Iglesia, 'precisamente' en cuanto concede a sus miembros pecadores la posibilidad y el 'hecho' de recurrir constantemente a la misericordia divina, que es la única fuente de santificación" (p. 447).
Esta hipótesis, que admite matices —el autor promete una profundización sobre el tema—, se plantea, sin embargo, descalificando el Magisterio anterior (que sería excesivamente triunfalista) y reinterpretando el Magisterio contemporáneo (más pastoral —optimista— que reflexivo), a la vez que postula una reelaboración de la doctrina protestante sobre el hombre pecador.
b) B. van Leeuwen, "La participación en el ministerio profético" (pp. 479-504): atribuye a la "institucionalización" de la Iglesia la aparición de carismas proféticos fuera de las "estructuras clásicas", dejando de lado la acción del Espíritu Santo, que es Espíritu de unidad. Respecto a la infalibilidad, caricaturiza en cierta medida la concepción católica, mientras presenta en modo positivo a la ortodoxa.
c) J.L. Witte, "La Iglesia, Sacramentum unitatis del cosmos y del género humano" (pp. 505-535): afirma que la Iglesia en su historia, al constituirse en "Estado cristiano", al hacerse "romana", se ha ido apartando de los demás pueblos (orientales, germánicos, anglosajones, etc.).
d) E. Zogby, "Unidad y diversidad de la Iglesia" (pp. 537-558): pone el acento sobre la unidad interior de caridad, y minusvalora los vínculos sociales externos de la unidad católica (cfr. Lumen gentium, n. 15 y Dz. 2888/1686), reduciendo el gobierno de la Iglesia a la reglamentación de lo sacramental.
e) O. Karrer, "El principio de subsidiariedad en la Iglesia" (pp. 603-630): su exposición del pecado es muy confusa cuando afirma, por ejemplo, que un hombre en estado de pecado ya no puede cometer más pecados. Respecto al diálogo ecuménico, acepta una unidad con los separados que no comprende la unidad de la fe.
f) R. Schulte, "La vida religiosa como signo" (pp. 1091-1122): aparte de algunas imprecisiones terminológicas (el estado laical como distinto del matrimonial), dice que el estado religioso es el único estado que expresa un "ser para Dios", mientras que los demás estados (sacerdotes y laicos) son fundamentalmente "ser para los hombres". Se olvida así que todo miembro de la Iglesia, sea cual fuere su "estado", es un "ser para Dios": está llamado a la santidad.
V.F.
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