AZEMA, Jean-Pierre — WINOCK, Michel La Troisième Republique Calman Lévy, París 1970-1976; Poche Pluriel, París 1978.

1. Esta obra forma parte de una colección de estudios históricos sobre las repúblicas en Francia. Consta de tres partes: el nacimiento de la Tercera República (1869-1879); la edad de oro (1880-1918); y el declive y la caída (1919-1940). La última parte ocupa más de 200 páginas, de las cuales 130 —prácticamente exentas de los errores doctrinales que se mencionan a continuación— se dedican a los dos últimos meses (mayo-julio de 1940) y constituyen quizá lo más interesante del libro. La tesis central, que se repite con mucha frecuencia, es la defensa de una república de tipo socialista, concebida como el ideal político que la III República no llegó a conseguir; motivo que habría señalado su fin.

2. Los autores subrayan la importancia de la libertad humana y desechan toda interpretación determinista. En la página 22, por ejemplo, afirman expresamente que los hechos históricos contradicen la tesis de Marx sobre la progresiva depauperación de la clase obrera. No obstante, se encuentran influencias directas o indirectas del marxismo, sobre todo en la explicación histórica de hechos particulares: los autores atribuyen el primado a la Economía y a sus consecuencias sociales en la explicación histórica (pp. 79, 103, 171, 176...); citan varias veces a Marx y a Engels para apoyar sus argumentos; utilizan con frecuencia una terminología típicamente marxista, etc.

3. De todas formas, los inconvenientes de mayor relieve se encuentran en el desarrollo del tema "la anti-religión, y más particularmente el anti-catolicismo". Aquí los autores consideran a la Iglesia como una institución anticuada, perteneciente al pasado. Tachan de ilusoria "la idea de las antiguas clases dirigentes de que los desórdenes, los disturbios y las revoluciones, podrían ser evitadas con la instauración o la restauración de una moralidad pública y privada; precisemos: con la influencia benéfica que la Iglesia perdió después de 1789" (p. 99). En consecuencia hablan del "ya caduco orden cristiano" (p. 173) y de manera general tachan al catolicismo de "reaccionario" (por ejemplo, en la p. 199) y afirman que "los curas son los enemigos de la República" (p. 172). A esto hay que añadir otras afirmaciones, también históricamente insostenibles, sobre el comportamiento político y social de los católicos franceses; según los autores, "las masas católicas" (p. 39) siguiendo las instrucciones de la jerarquía, representan "todo el programa conservador" (p. 99); el clero es el "fiel sostenedor de las derechas" (p. 114), y es acusado de hacer campaña electoral en 1877; del mismo modo, la Iglesia "que jamás se ha podido librar (...) de sus prejuicios de clase" (p. 164), es presentada como el más sólido apoyo del antiguo régimen. Evidentemente los autores muestran tener una visión muy equivocada de la naturaleza de la Iglesia, como si fuera una institución política, con fines y medios exclusivamente humanos.

J.I.C.

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