AGUIRRE SALA, Jorge F.: Etica del
placer, Universidad Iberoamericana, México D.F.
1994, 232 pp.
1. Con el subtítulo de
"Una versión de la hedoné en Platón",
el libro de Jorge Aguirre contiene un interesante y original, a la vez que
clásico, planteamiento acerca del placer. Lo hace a través de un cuidadoso
estudio de las diversas facetas de este concepto a lo largo de la obra platónica.
Como señala Mauricio Beuchot en el Prólogo, "el
trabajo de Jorge Aguirre viene oportunamente a llamar nuestra atención sobre lo
agradable y placentera que puede ser la virtud, a despecho de que en la
modernidad solía vérsela como algo pesado y difícil, aquejada
como estaba del extrinsecismo moral que trajo el
racionalismo, en el que la ética de la ley (sin la virtud) ha propiciado el
formalismo y el fariseísmo que acompaña a todos los pietismos y fanatismos. En
cambio, una ética de la virtud, que no rechaza la ley, sino que la integra en
el dinamismo de la persona humana, está vinculando el actuar moral y sus
potencias con el interior ontológico del hombre, y de esta manera puede servir
de puente entre la ética y la metafísica" (p. 11). Aguirre denomina
"moralismo-legalista" a esa variante moderna, ya presente como
alternativa en los diálogos platónicos. Ella se opone a la ética de las virtudes
aristotélica y a la eventual conciliación entre placer y bondad. Corresponde a
la ruptura entre naturaleza y ley, incluida en los dualismos modernos, presente
desde los sofistas hasta el mismo Freud.
2. Del análisis del Filebo destaca su concepción del placer como genesis, un movimiento –interpreta el autor- que
constituye "un proceso de autorrealización, autogeneración para recobrar
la originalidad que sentimos perdida" (p. 126). El placer no es el bien,
pero es bueno, porque supone un dinamismo persistente hacia su fin. Ese fin de
la genesis es la ousía
con su diversidad de sentidos también del Filebo:
verdad, sustancia, existencia del eidos o de la
cosa, ser del arquetipo. Genesis que
restaura nuestra ousía. Pero como no todo
placer lleva a la integración, hace una taxonomía del mismo en función al
acceso a nuestro bien, la virtud, llegando a determinar las notas del placer
verdadero: es bueno, mesurado y necesario, proviene de la virtud y también es sabio.
Sin embargo, no es puro sino mixto, como lo es el hombre. Esta es, en suma, su propuesta.
"La moral del bienestar incluye al placer en su exacta dimensión: el
desarrollo de la personalidad y por ende de la persona, la consecución de la ousía, lo propio, la consolidación suficiente del
humano en tanto pueda dejar de ser insuficiente" (p. 182). Aguirre ve
amplias connotaciones en su aporte. "La moral del bienestar, sin ir más
allá de una nueva y completa versión de la ética eudemonista
clásica, resuelve en lo concreto las grandes aporías de la filosofía en general.
Reconciliar placer y bondad es conseguir el matrimonio de lo inmanente con lo
trascendente; ambas esferas reclaman para sí su legítima dimensión. Poner al
placer dentro de la eticidad es retornar a
complementar el mundo objetivo con el subjetivo, alcanzar la unión de subjetividad
con objetividad, no superación de contrarios, sino asumir los mutuos
condicionados, incluir el placer verdadero como criterio -quizá único en tanto
verdadero-moral también amalgama la dimensión temporal del humano con su esfera
permanente. Como lo señalamos del revelador Filebo,
es la vinculación de lo sensible con lo inteligible, de lo contingente con lo neutro,
del ser con el deber justificado, la resolución al problema mente-cuerpo, la
integridad de lo integro" (p. 183).
3. El autor trata con
originalidad un tema clásico, procurando ahondar acerca del lugar que
corresponde al placer en la ética de las virtudes.
R.F.C.
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